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Alquílese un castillo o un iglú: luces y sombras de la "economía del compartir"

Airbnb es un caso exitoso de un modelo económico que propone pagar por hospedarse en casa de un tercero. Sus dueños integran el selecto club de billonarios más jóvenes del mundo. Pero el negocio no está exento de polémica.

24Horas.cl TVN

Lunes 24 de marzo de 2014

Comenzó siendo un modesto sitio para ofertar apartamentos y habitaciones en alquiler temporario. Pasaron apenas seis años de aquello y Airbnb está a punto de cerrar una nueva ronda de financiación en Silicon Valley, que llevará su valor como compañía a los US$10 mil millones.

Ha sido un camino largo pero a velocidad de la luz para Airbnb, el emprendimiento que revolucionó la manera de hospedarse de millones de viajeros de todo el mundo.

Lo hizo a fuerza de abrir un espacio para que la gente ofrezca sus casas para que se alojen extraños: desde una habitación sencilla hasta un departamento de lujo, de castillos medievales a iglúes o casas en el árbol. Más de 11 millones de reservas a través de su plataforma la han convertido en una parada obligada de los turistas de las nuevas generaciones.

"Se trata de que conseguir la casa de alguien sea tan fácil como reservar un hotel en cualquier lugar del mundo", le explica a la BBC Brian Chesky, uno de los fundadores de Airbnb en 2008, quien destaca que la manera en que funciona el sitio es signo de nuestra época y una auténtica "aventura global".

La revista Forbes confirmó esta semana que la puntocom del alojamiento saldrá a recaudar entre US$400 y US$500 millones.

Y sus tres creadores -Chesky, junto con Nathan Blecharczyk y Joe Gebbia- mantendrán un porcentaje tal que, según las proyecciones de la revista financiera, pasarán a tener fortunas valuadas en unos US$1,5 mil millones, con lo que pasarán a formar parte de un selecto club de multimillonarios.

No sólo eso: a los 32 años de Chesky y Gebbia (y Blecharczyk tiene dos menos), integrarán la lista de los acaudalados más jóvenes, que a los 24 años encabeza la joven Perenna Kei, heredera de un imperio inmobiliario en Hong Kong, y los más mediáticos Mark Zuckerberg y Dustin Moskovitz, cofundadores de la red social Facebook.

Con sus más de 600.000 entradas en 160 países, Airbnb es un caso de éxito de la llamada "economía del compartir", en la que muchos expertos ven los negocios más rentables del futuro.

Hospédese en mi iglú

La premisa es simple: a partir de la voluntad de un individuo de compartir lo que posee y poner los recursos existentes a disposición de otros usuarios interesados, se logra reducir costos para el consumidor y sacar rédito para el dueño del bien en cuestión.

Pueden ser propiedades, pero también vehículos, como los carros compartidos de Sidecar o las bicicletas de Uber; espacios para trabajadores freelance como en ODesk o ropa de moda como en Poshmark y hasta alojamiento para mascotas en DogVacay.

Para los usuarios de Airbnb, en concreto, el sitio abre las puertas de lugares inimaginables hasta hace poco: dormir en un castillo del siglo XVII en plena campiña francesa, por ejemplo, se ha vuelto posible desde los US$300.

Un château del siglo XIV cuesta un poco más, unos US$700 en promedio, pero cuenta con diez habitaciones y un jardín idílico, todo a disposición de los viajeros.

Y para los pasajeros en busca de aventuras únicas, hay iglúes románticos para parejas o gigantes para más de 16 ocupantes, y decenas de casas en la copa de los árboles para cumplir el sueño del niño explorador.

"Fue una experiencia encantadora caminar por la planta baja del castillo y sus varias recámaras de entretenimiento, el microcine, un bar y un gran salón comedor", detalla Royston, uno de los visitantes de un castillo medieval en el norte de Inglaterra que reflejó la experiencia en la sección comentarios.

"Fue nuestra segunda estadía en la casa del árbol y seguro que vamos a volver. Mi única queja es que fue muy corta", apunta Tatum sobre su paso por una propiedad en las montañas de Santa Cruz, California.

No todos los viajeros son tan elogiosos ni están siempre satisfechos, desde ya, y las críticas de cada propiedad lo reflejan.

Pero el sitio no responde por ello; su negocio es conectar a los que ofrecen con los que necesitan.

Así los emprendimientos de la economía del compartir se han convertido en herramientas clave de la nueva economía, con un modelo basado en el uso de redes sociales y teléfonos móviles. Una reserva a tres clics de distancia, un principio de la venta en internet que consolidó Steve Jobs con Apple y que Airbnb se esmera en replicar.

A cambio, se cobra una tajada de cada transacción.

"Puedes tener una experiencia auténtica, increíblemente local, ahorrar dinero y a veces hasta hacer un nuevo amigo", publicita su sitio Chesky.

Los más grandes… y polémicos

Muchos analistas económicos observan con atención a las empresas de la economía del compartir, porque intuyen que –con sus bajos costos operativos, sin tener bienes en su haber sino gestionando los de terceros y con la posibilidad de reinvención constante propia de estos start-ups- pueden convertirse en los gigantes del mañana.

Pero su prosperidad podría conseguirse a costa de los jugadores establecidos y de larga data en la industria: en el caso de Airbnb, las grandes cadenas hoteleras.

Para muestra, una estadística: de conseguir lo que busca en esta ronda de financiación, la inyección de dinero en Airbnb se duplicaría y la empresa podría quedar valuada en US$10 mil millones. En tanto, la cadena Hyatt representa US$8,4 mil millones y el Wyndham Hotel Group, US$9,3 mil millones, compara el San Jose Mercury News, que cubre el Silicon Valley.

Las controversias que rodean a este crecimiento son variadas: por un lado, la falta de regulaciones específicas para esta oferta de alojamiento: el hecho de que no no se trata de un hotel ni un albergue pero tampoco una renta de apartamento particular, deja el sitio expuesto a toda clase de problemas.

Hay quienes alzan la voz por la falta de normativa de higiene y seguridad que existe entre las propiedades en alquiler mediante el website, así como la imposibilidad de ejecutar controles como los que se realizan en establecimientos hoteleros comerciales.

La empresa, en la mira de las autoridades neoyorquinas por el pago de impuestos sobre las transacciones.

Algunos episodios escandalosos, como el de dueños que regresan a sus hogares y los encuentran desvalijados o destruidos tras la salida de un inquilino, no ayudan a acallar las críticas.

"No estamos en contra de la regulación, no estamos en contra de que nos regulen. Pero queremos regulación justa, que es totalmente diferente que una prohibición de esta actividad", reclama Chesky en su diálogo con la BBC.

La guerra hotelera

A la vez, el sitio de alojamiento debe hacer frente a los empresarios hoteleros en pie de guerra, que los señala por evadir la tasa impositiva a la que la industria turística debe hacer frente.

La ciudad de Nueva York, uno de los mercados más rentables de Airbnb entre las 34.000 ciudades en las que dicen tener presencia, ha llevado adelante una cruzada particularmente fuerte contra la empresa por cuenta de la tasa hotelera (que allí es de casi 15% de la facturación de un huésped en un hotel estándar) y por no cumplir con la normativa vigente, que impone restricciones a los alquileres cortos.

Allí, el fiscal general del Estado, Eric Schneiderman, llevó adelante una campaña para declarar ilegal a Airbnb (y a otros similares, como Roomorama o Homeaway), "basándose en una ley de 2010 que hace ilegal el uso de este tipo de sitios para alquilar una vivienda privada".

Más recientemente, Los Ángeles alzó la voz por la preocupación de vecinos en el barrio de Silver Lake por cuestiones de seguridad vinculadas a estas estadías sin regulaciones que las controlen.

Chesky, sin embargo, quiere buscar un consenso con los hoteles y trabajar "como socios" con algunas ciudades que estén abiertas a ello.

"Yo deseo que todos puedan seguir en su negocio, que lo que hagan sea innovar. Creo que la competencia es buena, las guerras no. Las guerras entre las viejas y nuevas industrias hacen que pierdan los consumidores".