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¿Cómo identificar los síntomas de un derrame cerebral?

Muchos pacientes ignoran cuáles son esos primeros signos o los minimizan creyendo que van a desaparecer.

BBC Mundo

Martes 15 de septiembre de 2015

Una ayuda médica inmediata es fundamental para limitar los daños en el cerebro de los pacientes que sufren una apoplejía o derrame cerebral y para intentar minimizar sus devastadores efectos.

De hecho, puede marcar la diferencia entre tener una lesión cerebral ligera o una grave discapacidad o incluso la muerte.

Y, sin embargo, la mayoría de las personas que lo padecen no identifican rápidamente qué es lo que les está pasando y muchos no buscan ayuda médica hasta varias horas después de los primeros síntomas.

Con frecuencia los pacientes ignoran cuáles son esos primeros signos o los minimizan creyendo que son temporales y van a desaparecer.

Pero a los pocos minutos de que se interrumpe la circulación de sangre al cerebro, las células empiezan a morir.

Síntomas de alarma

El síntoma más común de un derrame es una debilidad repentina en la cara, el brazo o la pierna, casi siempre en un lado del cuerpo, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS).

 

Según el Servicio Nacional de Salud Británico (NHS por sus siglas en inglés) se debe llamar a urgencias inmediatamente al ver alguno de estos síntomas:

Parálisis en la cara: una parte de la cara puede parecer como colgada. El paciente quizás no puede sonreír o la boca o el ojo aparecen caídos.

Debilidad en los brazos: una persona que está sufriendo un derrame puede no ser capaz de levantar ambos brazos y mantenerlos en el aire. También puede, por ejemplo, sentir debilidad para levantar una copa. Otro síntoma de alerta es sentir que un brazo está dormido.

Dificultad con el lenguaje (afasia): el paciente puede notar lentitud al hablar, articular mal las palabras o decir cosas confusas o incoherentes. Algunas personas pueden ser totalmente incapaces de hablar, a pesar de estar despiertas.

Otros síntomas a los que se debe prestar atención son problemas repentinos con la visión de uno o ambos ojos, dificultad repentina para caminar, mareo, pérdida de equilibrio o falta de coordinación, dolor de cabeza súbito y severo sin causa conocida y confusión y problemas de percepción.

¿Qué ocurre durante un derrame?

 

Como todos los órganos, para funcionar bien el cerebro necesita el oxígeno y los nutrientes que lleva la sangre. El derrame cerebral se produce cuando se interrumpe ese flujo sanguíneo.

Esto puede suceder debido a un coágulo que bloquea el paso de la sangre o por la ruptura de un vaso sanguíneo en el cerebro.

Según la OMS, en 2012 murieron en el mundo 6,7 millones de personas a causa de derrames cerebrales.

El NHS estima que una de cada cuatro personas que lo sufren mueren, y los que sobreviven con frecuencia padecen problemas serios a largo plazo a consecuencia del daño en el cerebro.

La gente mayor tiene más riesgo de sufrir una apoplejía, aunque pueden suceder a cualquier edad, niños incluídos.

Pero según la doctora y presentadora de la BBC Saleyha Ahsan, la probabilidad de sufrir un derrame se duplica con cada década después de cumplidos los 55 años.

Dos recomendaciones clave

La doctora Ahsan también recomienda conocer bien cual es nuestro ritmo de pulsaciones por minuto.

 

La fibrilación atrial, un trastorno del ritmo cardiaco que genera latidos irregulares, puede multiplicar por 5 el riesgo de sufrir un derrame cerebral, afirma Ahsan.

Además, es importante estar atento y pedir ayuda médica si se produce un miniderrame cerebral, conocido en medicina como un Accidente Isquémico Transitorio.

En este caso los síntomas son los mismos pero temporales, y desaparecen antes de 24 horas, a veces incluso pueden durar solo unos minutos.

Pero ignorarlo es peligroso: según la doctora Ahsan una de cada 12 personas que tienen un miniderrame sufre un gran derrame en menos de una semana.

Muchos expertos advierten que además de la hipertensión, el colesterol, la diabetes y la fibrilación atrial hay otros factores que incrementan el riesgo de sufrir un derrame, como fumar, la obesidad, la falta de actividad física y una mala dieta.