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Cómo llegar a ser un "ultra atleta" de más de 60 años

¿Al envejecer, podrías correr 20 maratones uno detrás de otro? BBC Mundo les cuenta sobre los atletas que están desafiando a los límites de la edad y del cuerpo.

24Horas.cl Tvn

Viernes 14 de noviembre de 2014

Una agotadora maratón y una carrera de ciclismo por las montañas de Suiza no es la manera más común de celebrar un cumpleaños, mucho menos el número 61.

"Había jurado que nunca haría algo así", cuenta Sunny McKee. "Me parecía tan largo, brutal, tan sufrido".

Pero allí estaba, compitiendo en el Ironman. Esta competición incluye recorrer 180 kilómetros en bicicleta, correr una maratón y nadar cuatro kilómetros. Todo en un sólo día.

A McKee el ejercicio intenso no le era ajeno. Durante 30 años había competido en triatlón, un deporte que incluye las tres disciplinas mencionadas pero en distancias más cortas.

Pero fue en 2007 cuando presenció la competición y decidió participar.

Observó a un doble amputado terminar la carrera, a pesar de que cada 20 minutos había tenido que parar a vaciar de sudor las prótesis en sus piernas.

 

"Pensé que si una persona así podía hacerlo, alguien como yo también podría".

Ahora tiene 65 años y está enganchada. Hizo su último Ironman en octubre, sin consecuencias adversas para la salud.

Cambio de mentalidad

Hace unas pocas décadas enfrentarse a un reto tan intenso más allá de la mediana edad era impensable.

Pero en los últimos años se ha vuelto sorprendentemente común ver a jubilados participar en competiciones de alta resistencia como los triatlones Ironman.

 

Unos pocos incluso hacen 20 maratones consecutivas y recorren en bicicleta todo el ancho de Estados Unidos, cruzando montañas y desiertos, casi sin dormir.

Pero, ¿cómo lo hacen? ¿Y qué nos dicen estas asombrosas hazañas sobre los límites del cuerpo adulto?

Exigencia mayor

Tanto para jóvenes como mayores, las competiciones de alta intensidad son mucho más exigentes que los deportes tradicionales.

Por definición, cualquier prueba que dure más de seis horas puede considerarse de alta resistencia, pero el espectro es amplio.

Entre los más extremos están las carreras de 4.800 kilómetros en bicicleta, las ultramaratones de 100 kilómetros y el Decaironman, que suma diez triatlones de distancia Ironman.

 

Cuando estos campeonatos surgieron en 1970, muchos doctores temieron que fueran a llevar el cuerpo humano hasta el punto de quiebre.

Hoy la evidencia, sin embargo, sugiere lo contrario.

"Las pruebas de alta resistencia son un gran reto cardiovascular", dice Keith George, de la Universidad John Moores de Liverpool, Reino Unido.

"Pero no se atiende a cientos de personas por accidentes y emergencias después de éstas".

Aunque haya excepciones, George cree que para la gente que entrena de forma adecuada debería ser seguro participar en estas competiciones.

"Normalmente no se sufre un infarto si no se tiene una enfermedad preexistente".

Tampoco los asiduos parecen mostrar la significativa acumulación de daños a largo plazo que algunos esperaban, como tejido cicatrizal en los músculos del corazón o un desgaste excesivo de las articulaciones.

"La vasta mayoría de la gente compite dentro de sus límites. Terminan la actividad y todo está bien", concluye George.

Curiosamente, quizá es el cerebro el que más sufre.

Una imagen por resonancia magnética funcional (MRI, por sus siglas en inglés) un procedimiento clínico que permite mostrar en imágenes las regiones cerebrales que ejecutan una tarea determinada, realizada a atletas jóvenes y mayores mientras participaban en una ultramaratón de 4.500 kilómetros, mostró que el cerebro de estos se encogía un 6% durante la prueba.

 

"Es una pérdida muy profunda", dice Wolfgang Freund, del Hospital Universitario de Ulm, en Alemania.

Este especialista siguió a los deportistas durante la carrera, en un camión de 50 toneladas con equipamiento para fotografiar el cerebro.

Y vio que el cerebro se achica, pero también que vuelve a su tamaño normal en los siguientes meses.

Por esta razón, Freund sospecha que las células del cerebro no mueren, sino que son drenadas para que sus nutrientes alimenten el resto del cuerpo.

No es cuestión de edad

Es cierto que quienes ganan estas pruebas no suelen tener 60 y 70 años.

Beat Knechtle, doctor de la Universidad de Zúrich, Suiza, y competidor de Ironman, ha concluido que los mejores atletas de Ironman y de las ultramaratones son menores de 44.

Pero también que no hay una disminución precipitada de la capacidad a partir de los 50.

 

Muchos siguen compitiendo una vez cumplida esa edad y consiguen buenas marcas sin ningún efecto adverso en sus cuerpos.

"El cuerpo humano es algo fantástico y se puede entrenar durante toda la vida", explica George.

"Para estos individuos en general el riesgo no es mayor. Correrán más lento y les tomará más tiempo recuperarse, pero no creo que sea necesario poner límites de edad (en las competiciones)".

De hecho, McKee cree que su edad podría ser una ventaja.

"He visto a gente joven que llega pensando 'He hecho un triatlón, quizá haga un Ironman'. Después se queman y no vuelven a competir".

Por contra, a ella su primer Ironman le pareció "una experiencia increíble".

Una vida de entrenamiento

Toda una vida practicando otros deportes la preparó para las pruebas de alta resistencia.

Varios estudios psicológicos han demostrado que estas competencias también exigen resistencia mental.

El simple hecho de ingerir el combustible necesario puede convertirse en una dura prueba.

 

"Tu cabeza te dice que no tienes hambre o sed, pero tienes que comer porque si no estarás tan débil que te desvanecerás", dice McKee.

Ella ha aprendido a comer incluso cuando la idea de hacerlo suena desagradable.

Además de las dificultades propias de la prueba, en competiciones más largas como la Race Across America hay que enfrentar la falta de sueño.

Se trata de una carrera ciclista de 10 días, en los que hay que completar los 4.800 kilómetros de costa a costa en Estados Unidos.

"A veces estás tan cansado que sientes que no puedes permacer despierto ni un minuto más. Y después te encuentras aún pedaleando seis horas después", explica Valerio Zamboni, de 60 años, que vive en Monte Carlo, Mónaco.

Gestionar los cambios de humor

También están los titánicos cambios de humor.

"Las cosas más pequeñas se magnifican cuando a una prueba de alta resistencia le añades falta de sueño y energía", dice Ian Lahart, de la Universidad de Wolverhampton, en Reino Unido.

Quizá la edad trae consigo una mayor inteligencia emocional, lo que ayuda a gestionar decepciones y reveses.

"Creo que la mente es más importante que los aspectos físicos", dice Zamboni.

 

"La mayoría de la gente está entrenada físicamente, pero lo que no puedes preparar tan fácilmente es tu mente".

Estas asombrosas hazañas deberían hacernos replantear nuestra actitud ante el envejecimiento.

De acuerdo a las estadísticas del Instituto Nacional del Envejecimiento de Estados Unidos, más de la mitad de la gente mayor de 65 es físicamente inactiva y menos del 40% cumple con las modestas directrices del gobierno sobre ejercicio.

Una de las razones podría ser la asunción de que hay que bajar el ritmo una vez retirados.

Sin embargo, atletas como McKee y Zamboni demuestran que el cuerpo humano es más resistente de lo que cabría suponer.

Y esto podría animar a otros a ejercitarse.

Los beneficios del ejercicio, después de todo, incluyen la reducción del riesgo de enfermedades, entre otras, el declive cognitivo y la demencia.

"No hay límites"

Teniendo en cuenta lo que sabe sobre la fisiología del atleta de pruebas de resistencia, Knetchtle planea continuar compitiendo en Ironman hasta los 70.

"El mensaje con el que me quedo es que no hay límites (para el cuerpo humano). Es el atleta el que se pone los límites", dice.

Zamboni, por su parte, participa en unas siete competiciones de alta resistencia al año y no tienen intención de parar.

"Competiré mientras pueda".

Así piensa también McKee. Aunque ella puede que se tome el año libre en 2015 para recorrer Europa en bicicleta durante el verano.

Su secreto, dice, ha sido el apoyo de su familia. Lo considera tan importante como entrenar.

"No sé decir cuánto me inspira escuchar a alguien animándome a gritos cuando estoy a nueve kilómetros de terminar", reconoce.

"Por muy mal que te sientas, eso te ayuda a dar cada paso".