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¿De verdad se pueden agotar los minerales?

La idea que puedan agotarse los recursos minerales que conforman todo lo que usamos preocupa a los científicos. Sin embargo, ¿pueden materiales como la plata o el aluminio llegar a desaparecer del todo?

24Horas.cl TVN

Miércoles 26 de marzo de 2014

Cuanto más queremos consumir como sociedad, más oímos hablar de la disminución de los minerales vitales y los minerales en general, por lo que parece lógico asumir que unos cuantos de ellos estén a punto de desaparecer.

Sin embargo, este puede ser un enfoque totalmente equivocado de ver el problema.

Según los expertos en recursos naturales, muchos de los materiales en los que basamos nuestra vida moderna no "se agotarán" del todo. Pero por desgracia, el escenario que presentan sobre lo que pasará a corto plazo no es precisamente color de rosa.

Algunos de nuestros dispositivos más queridos –teléfonos inteligentes, ordenadores y equipamiento médico, por ejemplo– se basan en una nutrida lista de ingredientes elementales.

Solo los teléfonos móviles contienen la friolera de entre 60 y 64 elementos.

"Muchos de estos metales solo están presentes en cantidades diminutas, un miligramo o menos", afirma Armin Relle, químico y catedrático en estrategia de recursos en la universidad alemana de Augsburg.

"Pero son muy importantes para el funcionamiento del dispositivo".

Entre ellos se incluyen el cobre, el aluminio o el hierro, pero también hay otros materiales menos conocidos, como los "minerales raros", que los japoneses denominan como "las semillas de la tecnología".

Esta clase de materiales ha sido objeto de escrutinio particular porque conforman un ingrediente vital de teléfonos inteligentes, coches híbridos, turbinas eólicas, ordenadores y otros objetos.

China, país productor de alrededor del 90% de los minerales raros, afirma que sus minas pueden agotarse en tan solo 15-20 años.

Asimismo, si la demanda de indio sigue así, algunos auguran que se acabará en 10 años, el platino en 15 años y la plata, en 20 años.

Mirando hacia un futuro más lejano, otras fuentes afirman que materiales como el aluminio desaparecerán en unos 80 años.

Otros estudios indican que el rodio, seguido por el oro, el platino y el telurio, son algunos de los elementos más escasos de acuerdo a su porcentaje en la corteza terrestre y su importancia en la sociedad.

No obstante, a pesar de que estas cifras parezcan sorprendentes, no es probable que la plata, el platino o el aluminio, o cualquier otro recurso mineral, acaben agotándose por completo en opinión de Thomas Graedel, director del Centro de Ecología Industrial de la Universidad de Yale, Estados Unidos.

Según él, no ha habido ningún recurso material que se haya extinguido por completo y lo más probable es que esto no suceda nunca.

OFERTA Y DEMANDA

Pensar en términos de "agotarse" no es el enfoque correcto para afrontar este problema.

Para empezar, es imposible demostrar el agotamiento total. Los científicos jamás afirmarían categóricamente que "el mundo se ha quedado sin reservas de plata" sin comprobar antes hasta el último rincón subterráneo del planeta.

Sin embargo, la razón más práctica es que en el momento en que la extinción pueda llegar a considerarse, el precio de venta de las últimas existencias sería prohibitivo, y la industria no podría obtener ningún tipo de rédito de los productos fabricados a partir de estos materiales, por lo que se habrían pasado a un recurso sustituto, aunque fuera inferior.

"A medida que la oferta y la demanda cambian, los precios también cambian y la gente se adapta a lo que necesita y a cómo utilizarlo", afirma Lawrence Meinert, coordinador del Programa de Investigación Geológica de Recursos Minerales de Estados Unidos.

"Esto significa que nunca se puede llegar a consumir todo porque llega un momento en que es tan caro que se deja de usar".

En los años 80, se frenó la actividad minera para la extracción de criolita –utilizada en el procesamiento del aluminio– porque las reservas existentes eran demasiado insignificantes para justificar el gasto minero. Y lo que hicimos fue empezar a utilizar un sustituto sintético.

Tampoco es fácil etiquetar al recurso más escaso del mundo. En lugar de pensar en cuántas toneladas quedan en la Tierra del elemento X o del mineral Y, Meinert considera que la rareza depende de la facilidad con la que se accede a tal recurso, así como de la demanda en el mercado de esta materia.

Por consiguiente, la rareza se convierte en una cuestión más bien de disponibilidad en lugar de las reservas físicas reales, y la disponibilidad se puede ver influenciada por una variedad de fuerzas.

Para empezar, algunos recursos como el indio, que encontramos en pantallas de ordenador y teléfonos inteligentes, son subproductos de otras operaciones mineras.

Prácticamente todo el indio del mundo proviene de minas de cinc; no existen minas específicas de indio porque se da en cantidades tan pequeñas que la minería exclusiva para este mineral resulta impracticable.

De este modo, si se reduce la demanda de cinc, pongamos, porque la industria automovilística pasa de carrocerías de acero a carrocerías de aluminio, tal y como ha hecho recientemente, entonces esta situación afectaría al indio.

"La naturaleza coloca sus depósitos allá donde le conviene, sin preocuparse por si tenemos la energía o el agua necesarios para gestionarlos", continúa Graedel.

En otros casos, la demanda sobrepasa la oferta, incluso habiendo minas exclusivas para el material en cuestión.

A veces se utiliza el término alemán Gewürzmetall (metales especias) para hacer referencia a determinados recursos, porque al igual que una pizca de canela o azafrán, que define el sabor de un plato, estos materiales conforman únicamente una pequeña proporción de un dispositivo electrónico, pero son esenciales para el funcionamiento del mismo.

El paladio, utilizado como condensador en teléfonos móviles, conforma solo 0,015% de la composición de estos dispositivos, pero la industria de la telefonía móvil consume unas 15 toneladas al año de este metal raro.

Si tenemos en cuenta que el paladio también se utiliza en el sector automovilístico, la industria joyera, dental, sanitaria y electrónica, la competencia podría hacer subir los precios y la oferta se quedaría corta.

La política también puede entrar en juego. La mayor parte del suministro de minerales raros procede de minas en China. Hace algunos años, este país decidió reducir las exportaciones de estos elementos.

La consecuencia fue que el precio de los minerales raros, así como el precio de los bienes derivados de los mismos, ha aumentado. "No es que el resto del mundo no tenga minerales raros", dice Meinert.

Por ejemplo, Estados Unidos alberga el 38% de los depósitos mundiales, pero solo hay una mina al sur de California (que cerró durante varios años debido a la competencia de China) que los esté produciendo actualmente. "Poner una mina en marcha requiere mucho tiempo", opina Meinert.

Además de los países que establecen sus propios embargos en las exportaciones, los conflictos pueden repercutir en la disponibilidad de los recursos. Una guerra en la República Democrática del Congo podría afectar a la oferta mundial de coltán, por ejemplo, un mineral metálico empleado para fabricar condensadores.

EN BUSCA DE SUSTITUTOS

Entonces, ¿deberíamos preocuparnos por la disminución de los recursos? Históricamente, el argumento de que si un elemento u otro se agota el mundo acabará encontrando alternativas ha funcionado bastante bien.

Por desgracia, no obstante, en el mundo actual, cada vez más complejo, es difícil encontrar buenos sustitutos. En un estudio reciente, Graedel y sus colegas intentaron identificar los mejores substitutos para 62 metales.

Según sus resultados, 12 de estos metales no tenían sustituto para sus usos principales y ninguno de los 62 metales que analizaron tenía un sustituto apto para cubrir todos sus usos.

"Dado que elegimos siempre el mejor de una larga lista de materiales, hay muchas probabilidades de que el rendimiento disminuya –ordenadores más lentos, motores menos eficientes, etc.– si empezamos a emplear sustitutos", cuenta Graedel.

En los próximos años, Graedel espera tener una idea más ajustada de los materiales que en breve serán escasos. Quienes desarrollan productos deberían empezar a pensar en posibles sustitutos y centrarse en desarrollar dispositivos empleando materiales con un suministro más fiable.

Mientras tanto, sería de gran ayuda si los consumidores encontraran formas responsables de reciclar sus dispositivos electrónicos usados.

En 2009, los estadounidenses reciclaron solo el 25% de sus televisores y ordenadores usados, y únicamente reciclaron el 8% de los teléfonos móviles.

"Realmente es una tragedia que dediquemos todo este tiempo y esfuerzos para obtener oro, platino y otras cosas que utilizamos en nuestros dispositivos electrónicos, pero que una vez usados, no nos preocupemos de qué sucede con ellos", afirma Graedel.

"El reciclaje no resolverá el problema [de la escasez], pero sí es cierto que ayudaría".

Si el mundo empezara a reciclar al máximo y combinase este esfuerzo con las nuevas tecnologías para una localización, extracción y distribución eficientes de los recursos que necesitamos, sería posible que los materiales esenciales para la vida moderna pudieran aguantar hasta las futuras generaciones, afirma Reller.

"Pero esta esperanza puede ser más bien un sueño", admite.

El equilibrio entre la oferta y la demanda nos afecta, en especial, cuando se trata del precio y la disponibilidad de la tecnología en nuestras vidas.

Así pues, si bien no hay ningún material lo suficientemente escaso como para desaparecer por completo, deberíamos preocuparnos por el hecho de que pronto estarán fuera de nuestro alcance.

Foto: archivo Agencia Uno