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El desafío de escribir ficción a partir de la dura realidad de México

Conviven con la narcoviolencia pero logran, a través de la ficción, crear obras que buscan sacudir al lector. BBC Mundo habló con algunos de los escritores mexicanos que hacen literatura a partir del horror.

24horas Administrator

Viernes 11 de diciembre de 2015

¿Cómo plasmar en la literatura la monstruosa violencia que sufre México?

Las respuestas pueden ser tantas como los autores dedicados a esa tarea, pero al menos para un grupo de escritores consultados por BBC Mundo parece haber dos corrientes actuales.

La llamada "narcoliteratura", denostada por algunos, y otra más "literaria", por así decirlo.

Y en ésta última ni siquiera comparten muchas características, más allá de retratar la violencia.

"Todos salimos a cazar al mismo coto de caza, pero cada quien lleva armas distintas y cada quien define qué presa elige", le dice a BBC Mundo Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978).

"Si existiera una corriente de escritores mexicanos movidos por la violencia", apunta Martín Solares (Tampico, 1970), "vamos avanzando como los pescados, sin darnos cuenta que somos parte de un grupo mayor, cada quien está peleando por su propia obra".

Ficción y realidad

Pese al bombardeo mediático de historias vinculadas a la violencia y al narcotráfico al que están expuestos los mexicanos, estos escritores le encuentran un propósito superior a retomar el horror de la realidad, mezclarlo con la ficción y crear una obra.

Monge, elegido en 2011 por la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara —el principal evento de su tipo en América Latina y el segundo a nivel mundial— como uno de "Los 25 secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana", dice que "la literatura sirve para hacer visible lo invisible".

Puede "remover" algo en el lector, generar un interés que no estaba y vivir la vida de alguien más, algo que el periodismo, asegura, no puede lograr.

Para Solares, ganador del Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta en 1998, se trata de "la necesidad de crear una literatura que imagine una salida a la situación actual del país, pero para imaginar una salida primero tienes que imaginar un laberinto, es lo que hice en 'No mandes flores'".

Habla de su última novela, publicada el mes pasado, en la que usa el texto como un laboratorio que vaya "dos o tres pasos por delante de la realidad" del país y se propone, a través de la historia de un expolicía que vuelve al Golfo de México para investigar la desaparición de una rica heredera, un juego.

En 456 páginas se abstiene de usar dos palabras: justicia y narco.

Justicia es un término maltratado y olvidado en México, dice el autor, e imagina un país donde la palabra no se use y con la palabra narco, "vuelta tan cliché que impide entender todos los matices que tiene la realidad".

Solares, originario del estado de Tamaulipas, uno de los más violentos del país, afirma que allí "los niños llegan a usar 20 sinónimos del concepto balacera".

Y subraya lo evidente: "Una sociedad que necesita tantas palabras para definir los matices que tiene el peligro es una cuyos valores esenciales han cambiado y está corriendo un riesgo importante".

Tanto su anterior novela aclamada por la crítica, "Los minutos negros" —traducida a seis idiomas y que llegará al cine el próximo año—, como en la más reciente se componen de una "prosa de ficción que es un espejo de la realidad".

Nacen de una realidad conocida por todos y están alimentadas por el anhelo literario de "mostrar lo que la realidad oculta o lo que ella misma desconoce".

Eso también decía Monge, ganador del Premio Literario Jaén de Novela 2012, la semana pasada en el foro organizado dentro de la programación de la FIL sobre "México roto. Literatura y resistencia".

Se trata de una literatura que "saque de las sombras temas que merecen estar en la luz" y con su libro "Las tierras arrasadas", publicado en agosto, lo hace con brillo.

"Poesía en medio de la carroña", calificó a la obra la periodista y activista Lydia Cacho: "No hay texto periodístico que haga honor a las voces de los migrantes como lo hace esta novela".

Monge retrata el drama de la migración centroamericana que atraviesa México, narra una historia de amor entre dos jefes de la banda de secuestradores e incluye testimonios reales de migrantes, colocados como si fueran coros de una tragedia griega.

"Para que funcionen como recordatorio de que esto está pasando ahora", explica el autor. "Es un tema que ha tratado mucho el periodismo, hay libros excelentes, pero se ha tratado poco desde la literatura".

"Una etiqueta"

Monge considera ridículo la amplitud de obras que caen bajo el paraguas de la llamada "narcoliteratura".

"Es una etiqueta que se utiliza para facilitar el trabajo de la crítica, pero es cierto que hay dos tipos de libros que se relacionan con la violencia generada por el narco", señala.

Por un lado, los que ven a la violencia como escenario que puede determinar la vida de las personas aunque no sean "narcos o gatilleros" y otra producción desde la "fábula de policías y ladrones".

En ese espectro, dice, hay elementos a destacar: "Élmer Mendoza es un extraordinario escritor, evidentemente sí podría ser considerado narcoliteratura".

Mendoza (Culiacán, 1949), ganador del III Premio Tusquets Editores de Novela, no reniega del hecho que se lo considere el padre de este género, en su palabras, amplio y complicado de definir.

Para él el tema de fondo "es el trasiego de lo que hacen las bandas para transportar droga de un sitio a otro y lo que ocurre en el camino, y lo que ocurre en el camino está lleno de mitología y eso es lo que trabajamos".

Disfruta empleando lenguaje popular en sus obras y dice que sigue frecuentando lugares non sanctos por "personas que no son pero que hablan como ellos (los narcos)".

Escucha historias que no se pueden comprobar, algunas prestando atención a la mesa de al lado, para luego encontrar vasos comunicantes entre realidad y ficción para crear "símbolos y un estatus literario más allá de la crónica o un conjunto de anécdotas".

A Mendoza, conocido por "Balas de plata", "La prueba del ácido" y "El amante de Janis Joplin", entre otros libros, le llama la atención la descalificación que a veces recibe el género porque, dice: "Nosotros aportamos muchísimo al mundo editorial, los que vendemos libros, nosotros los que sostenemos la industria".

Aunque quizá no sea el favorito de una parte de la crítica, también busca una reflexión de sus lectores, que analicen la situación del país y "exijan" que se encuentre una forma de contener la violencia.

¿Una cuestión de tiempo?

Para el reconocido crítico Christopher Domínguez Michael, la gran mayoría de estos libros dedicados al narco termina siendo obras "comerciales" bajo un esquema "fácil de escritura".

Domínguez Michael hace hincapié en el hecho de que parten de hechos que se ven en televisión o se leen en los diarios.

"Se necesita ser un muy, muy buen escritor para darle la vuelta a esta realidad periodística y transformarla en buena literatura", le dice a BBC Mundo.

"La gran literatura lleva tiempo", dice el escritor y periodista Sergio González Rodríguez, "no hay que olvidarlo".

Aunque la historia entre literatura y violencia tanto en México como en América Latina tiene siglos encima, la oleada de barbarie generada en la última década en el marco de la guerra contra el narco todavía está muy fresca.

"Tenemos ya muestras de gran calidad literaria, pero también lleva tiempo forjar una tradición sólida que se reconozca como tal y esto creo que apenas se está dando", le dice a BBC Mundo el escritor galardonado en esta FIL con el Premio al Periodismo Cultural Fernando Benítez.

Para saber qué puede deparar el futuro en esta materia, algunos de estos autores señalan al ejemplo de Colombia, cuyo propio infierno del narco disparó en los noventa la llamada literatura "sicaresca".

"Lo que queda de toda esa literatura del narco de Colombia es muy poca", dice Monge.

"Ahora nosotros somos el hogar de la violencia, nos convertimos en la nueva Colombia", apunta Solares.

"Estoy seguro de que vamos a ver nuevas novelas y grandes testimonios sobre esto. La violencia crece y crece, y no tenemos otra salida de emergencia. De otra manera nunca escapas de las cosas que estamos viviendo. La única salida de emergencia es escribir".