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El hombre que pasó un mes bajo el mar

Según Fabien Cousteau, nieto del célebre oceanógrafo francés, el fondo del océano es ruidoso y colorido. Recién finalizada su misión de 31 días, el submarinista le cuenta a la BBC cómo fue su vida bajo el mar.

24Horas.cl TVN

Viernes 11 de julio de 2014

Imagina esta escena: te levantas para ir trabajar, pero en lugar de vestirte con ropa normal, te pones un traje de buzo y al abrir la puerta, lo que te espera es el fondo del mar.

Así fueron los 31 días que Fabien Cousteau permaneció en el laboratorio submarino Aquarius, el único del mundo, superando a su abuelo en el tiempo pasado bajo el agua.

Cousteau vivió en su hogar submarino junto a otros dos científicos como parte de la Misión 31, que duró solo un día más que la aventura subacuática que la inspiró, aquella comandada por el famoso oceanógrafo Jacques-Yves Cousteau, en el Mar Rojo en 1963.

Por lo tanto, levantarse, ponerse el traje de buzo y salir al océano fue algo que el joven Cousteau hizo cada día durante un mes.

"Nuestra rutina diaria comenzaba a las 5, 5.30 de la mañana, buceábamos de tres a cuatro horas en la mañana, tomábamos un descanso, y nos comunicábamos por Skype, hablábamos con la prensa, hacíamos algo de trabajo, y volvíamos a bucear a mediodía por otras tres horas", le contó Cousteau a la BBC.

 

"Otro descanso a la tarde para más experimentos de laboratorio y finalmente otra sesión de buceo al atardecer por otras tres horas para estudiar la flora y la fauna del lecho marino a la noche. Al final del día, nos íbamos a la cama como a las 11 de la noche", dijo el submarinista.

Y así dormían, rodeados por el mar nocturno poblado de meros gigantes, barracudas, tiburones y toda clase de criaturas submarinas que podían ver desde sus ventanas.

Un autobús bajo el mar

El laboratorio submarino está ubicado a 20 metros bajo el mar en los Cayos de Florida y está gestionado por la Universidad Internacional de Florida (FIU, por sus siglas en inglés).

Su estructura de 81 toneladas alberga seis literas, agua caliente, una pequeña cocina, aire acondicionado y computadoras.

 

"No soy una persona claustrofóbica. Sí es un lugar pequeño, pero cualquiera que viva en Londres, París o Nueva York estará probablemente habituado a espacios del tamaño de un autobús escolar", contó Cousteau en diálogo con la BBC.

Sin embargo, el objetivo de la misión era pasar la mayor cantidad de tiempo posible fuera de la base para llevar a cabo experimentos y para habituarse al entorno oceánico.

Y para eso, el laboratorio presume de ser una base ideal que permite a los submarinistas bucear durante hasta nueve horas por día y a profundidades de hasta 30 metros gracias al lugar en el que está ubicado, y con menos riesgo de padecer el síndrome de descompresión.

Un mar de información

Además de que su récord pueda llamar la atención y ganar apoyos para la conservación de los océanos, la meta de la misión del joven Cousteau era reunir información útil para la ciencia.

 

"En realidad estábamos investigando toda clase de temas muy pertinentes como el cambio climático y la acidificación asociada de los océanos, como también la polución y los vertidos de fertilizantes", explicó el investigador.

Gracias al trabajo realizado, dice Cousteau, se podrían escribir varios estudios científicos con las investigaciones de su estadía submarina.

"De hecho hemos reunido unos tres años de datos científicos en 31 días, algo bastante fenomenal para los científicos", aseguró.

Además, añadió el expedicionario, hubo incluso algunos descubrimientos, que prefirió no revelar hasta que hayan sido debidamente analizados y cotejados.

El ruido oceánico

Tras los 31 días y las varias horas del proceso de aclimatación, los submarinistas volvieron a la superficie y a ver la luz del sol.

Volver a la superficie, dice Cousteau, le provocó sensaciones agridulces.

"Volver a tierra fue un momento agridulce, sabía que vería a amigos y familiares, pero estaba dejando atrás un lugar fascinante, con todos nuestros nuevos vecinos", expresó Cousteau, refiriéndose a la fauna marina que pudo ver y conocer mejor.

Aunque los expedicionarios consideran que su misión fue exitosa y ha generado la atención y los resultados que buscaban, cambiar el océano por el cielo abierto también produjo otras sensaciones.

Y entre otros detalles que destaca Cousteau de su experiencia, un dato que puede sorprender a los que vivimos en tierra firme: el fondo del mar no es, como podríamos imaginar, silencioso.

Algo que, según cuenta el experto, se hizo especialmente evidente al volver al aire libre.

"La transición de un entorno muy ruidoso y colorido a uno de vacío cuando alcancé la superficie, el silencio y un par de personas esperándonos fue un poco decepcionante, debo decir", dijo Cousteau.