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El pueblo que celebra el "milagro" del náufrago salvadoreño

Garita Palmera, un pequeño poblado de pescadores en El Salvador, se prepara para recibir a José Alvarenga, rescatado en las Islas Marshall luego de pasar -según dijo- más de un año a la deriva.

24Horas.cl TVN

Miércoles 12 de febrero de 2014

Los habitantes de Garita Palmera preparan música y platos típicos para la llegada de Alvarenga.

Con guitarras eléctricas, oraciones y todo listo para hacer el plato típico salvadoreño: las pupusas. Así es como en Garita Palmera, un pequeño pueblo de pescadores a la orilla del Pacífico, esperan la llegada del que ya se ha convertido en su vecino más ilustre: el náufrago José Salvador Alvarenga, al que aquí no dudan en definir como su hijo pródigo.

El pescador que dice haber sobrevivido más de 13 meses en el Océano Pacífico llegó a primera hora de la noche del martes al aeropuerto internacional de San Salvador después de un largo viaje con tres escalas desde las islas Marshall.

Con él ponía fin a una odisea que, según su versión, comenzó a finales de 2012 cuando su embarcación se averió en el Pacífico mexicano y quedó a la deriva.

En silla de ruedas, con aspecto cansado y abrumado, y en medio de un mar de periodistas, cámaras y fotógrafos, dijo no encontrar palabras para definir como se sentía y se fue al hospital, donde lo esperaban sus padres y su hija de 14 años. A poco más de dos horas por carretera de la capital, en su pueblo natal, el resto de sus familiares y vecinos se tuvieron que conformar con ver al náufrago en televisión, pero no dudaron en celebrar su llegada al país por todo lo alto, aunque tuvieran que hacerlo en ausencia del homenajeado.

"Vuelve de la muerte a la vida"

Alvarenga llegó el martes a San Salvador y fue recibido por su familia inmediata y autoridades locales.

"Garita Palmera está feliz. Es el hijo pródigo que vuelve de la muerte a la vida. Esto es una fiesta", proclamaba un pastor local en un culto evangélico improvisado con guitarras eléctricas y batería en el jardín de los vecinos de los Alvarenga. Poco a poco, las decenas de vecinos que llegaron a lo largo del día por los caminos de tierra a la casa de la familia del náufrago se fueron sumando a la celebración con los brazos en alto y alabanzas en la boca. "Me impactó su historia y quise venir a ver a ver qué cuenta él y del milagro que ha vivido", le dice a BBC Mundo Alcides Escalante Soriano, un vecino de Cara Sucia, el pueblo aledaño a Garita Palmera que llegó en moto con su hijo porque no quiere perderse la llegada del náufrago. La ocasión también es una oportunidad para quienes buscan sacarse un dinero, como una pareja de vendedores que se colocó delante de la casa de los Alvarenga con su carrito de papas fritas y minutas, como se conocen en El Salvador a las raspadas de hielo. "Somos de más abajo y hemos venido a la espera, a vender, porque, como de esto vivimos … donde está el ambiente, ahí vamos con la venta", dice una vendedora, quien asegura haber estudiado en el colegio con José Salvador Alvarenga.

Mientras, en el hogar de la familia del náufrago, sus primos, tíos y amigos tratan de asimilar la montaña rusa de sensaciones que han vivido en los últimos días desde que se enteraron de quién era el hombre que llegó el 30 de enero a un atolón de las remotas Islas Marshall en una pequeña embarcación. "Quizás se sintió feliz, ¿verdad? porque ya está en su tierra, El Salvador", le dice a BBC Mundo una de las primas del náufrago, Abigail Portillo, quien tiene todo listo para prepararle al pescador su plato favorito, las pupusas.

Drama del inmigrante

Tratando de contener las lágrimas tras verlo en televisión, la mujer intenta ponerse en el lugar del hombre al que, como el resto de la familia, no ve desde hace más de una década cuando inmigró rumbo a México para buscarse la vida. Y lamenta que la historia de su primo es un drama de muchos que se ven obligados a emigrar a otros países para huir de la pobreza y la falta de oportunidades en este municipio del departamento de Ahuachapán. "El deseo de muchos jóvenes de aquí es viajar a Estados Unidos y llegar a otros lugares, pero no saben el fracaso que puede haber en el camino (…) Todos se quieren ir pero no todos lo logran y muchos vuelven en ataúd", afirma. Ahora, la odisea de Alvarenga parece que tendrá un final más feliz. "Tanto tiempo que ha pasado sin ver a su familia y hoy saber que está cerca de ellos, sintió que no podía hablar", afirma Portillo quien también se dice preocupada por lo débil que parecía su primo a su llegada a San Salvador. Lea también: La familia que espera al náufrago salvadoreño

Atención internacional

El pueblo de Garita Palmera se ha vuelto el centro de la atención mediática internacional.

La vivienda donde se concentra la familia se distingue por un cartelón que reza "Bienvenido a casa". Hasta allí llegan, gracias a dos grandes amplificadores colocados por los organizadores del culto evangélico, las palabras del pastor. "Dios no hace los milagros a medias", dice el pastor con la seguridad de quien lo sabe todo, en respuesta a las preocupaciones de los que conocían a Alvarenga, antes de pedirle a "Dios que lo mantenga sano". Entre los fieles que lo escuchan está José Méndez Portillo, un pescador de 59 años retirado que asegura que tiene buenos recuerdos de cuando jugaba al fútbol con el náufrago antes de que éste emigrase a México. Ahora, dice estar feliz por su regreso y porque Alvarenga ha puesto a su pueblo en el mapa. "Garita como que ha salido del limbo", le dice Méndez Portillo a BBC Mundo al hablar del revuelo mediático que provocó la historia. "Ahora Garita está a nivel mundial por lo que tengo entendido". Tanto es así que muchos salvadoreños no dudan en decir que es el evento que más ha llamado la atención a nivel internacional desde los tratados de paz de 1992. Pese a que nadie en su pueblo parece dudar de la versión que relató José Salvador Alvarenga a su llegada a las Islas Marshall, el retorno del hijo pródigo sigue rodeado de grandes incógnitas para los vecinos que sólo se resolverán cuando, quizás ya más en calma, logren sentarse al lado del náufrago para oír de su propia boca lo que pasó en su odisea de 13 meses en el Pacífico.