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El reportero de televisión retirado que quiere resolver un crimen brutal

Tras culminar una exitosa carrera en la televisión no quiso ignorar lo que considera es una injusticia que ocurrió en un caso que tuvo que cubrir. Investigar lo que realmente pasó se convirtió en un intento de reivindicación.

24horas Administrator

Viernes 25 de diciembre de 2015

Después de una larga carrera en televisión, Bill Proctor podría haber pasado su retiro fuera de la atención pública y mediática. En cambio, ha estado tratando de rastrear a un asesino.

Tenía 40 años de carrera en las noticias. Sus colegas en WXYZ-TV, una estación de televisión afialiada a ABC en Detroit, Michigan, ya estaban recopilando sus "grandes éxitos" en un reel, con la idea de que ya no vendrían más.

Entonces sonó el teléfono de Proctor. La voz de una extraña mujer le dijo que tenía información sobre un asesinato.

A mediados de la década de 1990, una mujer identificada como "Amanda", para mantener su nombre en reserva, era adicta al crack y vivía en el oeste de Detroit.

Una noche, en la que estaba muy drogada, un hombre al que describió como un novio ocasional, dejó su apartamento para ir a comprarle más drogas a un distribuidor en el edificio. Cuando regresó, le dijo a Proctor, sus manos y su chaqueta estaban cubiertos de sangre.

 

"Creo que yo la maté", recordó ella que él le había dicho.

Amanda dijo que su novio la obligó a recoger algunas cosas y huir a una casa que compartía con su hermano a pocas cuadras de distancia.

Durante semanas, según relató, la amenazaba y no la perdía de vista. Cuando se hizo evidente que la policía no lo estaba buscando, empezó a relajarse y ella logró escapar.

La policía había arrestado a un hombre diferente, según supo ellas muchos años después.

Proctor escuchó con atención. Era una historia loca, contada casi dos décadas más tarde por una mujer que admitió que estaba en un estado alterado por las drogas en el momento. Pero ella había estado tratando de conseguir a alguien que la escuchara durante años, dijo, e incluso había ido en persona a la policía en el 2012 para presentar un informe oficial. Pero no pasó nada.

La mujer le dijo a Proctor el nombre completo del novio, y luego le dijo algo que le revolvió el estómago: "Usted fue el periodista de investigación sobre el caso", dijo.

"Usted fue el periodista"

En los últimos años de su carrera en WXYZ, Proctor pasó de ser un reportero de crónica sobre el caos cotidiano de la ciudad, a un periodista de investigación reconocido, publicando historias que alguna vez tumbaron a un juez y a un jefe de la policía de Detroit.

Durante su carrera se volvió profundamente escéptico del sistema de justicia penal, hasta el punto que fundó una organización sin fines de lucro para ayudar a las víctimas con condenas equivocadas.

Pero ahora, si Amanda merecía credibilidad, fue Proctor quien reportó la historia terriblemente mal.

Tras colgar, Proctor, de 67 años, se dirigió a los archivos de su canal de televisión. Sacó una cinta polvorienta de enero de 1996. Y vio a una madre desgarrada.

"Ella nunca se metió en peleas en la escuela, siempre volvía a casa, ya sabes, después de la escuela, ella nunca se quedaba hasta tarde, hasta que, hasta que esto…", balbuceó la mujer.

Entonces Proctor escuchó su propia voz mientras aparecía la imagen de la joven víctima en la pantalla. La calidad de la imagen era tan pobre que no se veía nada de la chica.

"Christina Brown aparentemente había crecido muy rápido", decía el joven Proctor en el reportaje. "Su madre dice que nunca sospechó que su hija de 12 años estuviera vendiendo drogas en la calle".

La cinta le refrescó la memoria a Proctor, que era el reportero principal en la historia, tal como en otras en Detroit, la capital del asesinato en el país, donde las víctimas eran en la mayoría de las ocasiones muy jóvenes.

Él simplemente oyó del cadáver hallado por la policía, trató de hacer la exclusiva con los familiares y luego publicó la historia en términos dramáticos y sin ningún apego.

Luego siguió su camino.

"En la década de 1990, cuando la tasa de homicidios se disparó y tantas personas que terminaron muertas estaban en el negocio de las drogas, este era sólo un horrible elemento más de lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor todo el tiempo", dice del asesinato Brown.

"No vi esto como algo especial".

La extraña confesión de LaMarr Monson

El último capítulo de la historia de Brown mostró unos segundos de la comparecencia de LaMarr Monson, un joven de 23 años de edad, vendedor de drogas que quedó inmediatamente incriminado por haberle dado a la policía un nombre falso.

Finalmente, fue declarado culpable y condenado a entre 30 y 50 años de prisión.

 

En la cinta, Proctor describió a Monson como un hombre que "atrajo" a la joven Brown lejos de su familia, y que pudo haber tenido una relación sexual con ella, y "robado su inocencia y finalmente, su vida".

"Hubo una confesión, por lo que los investigadores policiales tienen una muy buena idea de por qué ocurrió este asalto mortal", dijo Proctor en el cierre de su nota.

Algo en el viejo material de video lo hizo sentarse y tomar nota. Era la inspectora de homicidios que entrevistó. Una mujer llamada Joan Ghougoian que aparece brevemente, diciéndole a Proctor: "La causa de la muerte fue el resultado de múltiples heridas de arma blanca".

Cualquiera que esté familiarizado con la turbulenta historia del departamento de policía de Detroit sabe del nombre de Ghougoian.

Una historia que incluye 11 años de supervisión federal después de que el Departamento de Justicia de Estados Unidos encontró que la policía de Detroit estaba disparando y matando a más civiles que cualquier otra agencia en el país, violando regularmente los derechos constitucionales de los sospechosos.

Menos de un año después de que le dio esa entrevista a Proctor, Ghougoian protagonizó ella misma los titulares. Fue retirada de su alto cargo, después de haber sido de las primeras mujeres jefes de una unidad importante de homicidios en el país.

Sus superiores descubrieron que ella había coaccionado confesiones ilegales de hombres inocentes, y luego se obligó a subordinados para encubrirla. Estaba implicada en media docena de confesiones forzadas.

Ghougoian negó los cargos y se retiró de la policía en 1999.

Tan pronto como Proctor vio a Ghougoian en la cinta comenzó a sospechar de su propio informe sobre la confesión de Monson.

Empezó a toda prisa la organización de un pedazo de seguimiento. Entrevistó a los testigos, localizó a la madre de Monson y llamó al mismo Monson a su prisión a las afueras de Detroit.

Para cuando terminó, se había convencido de que Monson era inocente, pero no sus editores en WXYZ. No estaban interesados en el seguimiento.

Proctor quedó devastado. Ahora vio la historia como una mancha en su impecable historial de 33 años en Detroit.

Cuando su día de retiro llegó, Proctor firmó, empacó sus placas y premios Emmy, y se fue a su modesta casa en un suburbio de Detroit.

Eso fue hace dos años.

Desde entonces, ha estado en una constante investigación que lo llevó en una búsqueda a través del país para el hombre que cree que es el verdadero asesino.

"Este caso es un intento de reivindicación", dice Proctor.

"Tengo que sentir que corregí una muy triste equivocación de la justicia".

Había sido uno de ellos

Proctor no fue siempre el tipo de reportero que se apresuraba a condenar a la policía.

Él había sido uno de ellos.

A inicios de la década de los años setenta, Proctor fue agente del Servicio de Protección Federal, la fuerza de seguridad armada y uniformada encargada de los edificios y terrenos federales en su ciudad natal, Washington DC.

Con ese trabajó pagó su educación y sostuvo a la hija que tuvo a los 18 años.

Durante el día se enfrentaba con activistas que se oponían a la guerra de Vietnam y en la noche se sentaba con esos estudiantes en las clases de la Universidad de Maryland.

Se obsesionó con convertirse en reportero de televisión después de conocer a Hal Walker, el primer reportero afroamericano en la cadena CBS.

Proctor avanzó en el mercado de la televisión, desde Virgina, pasando por Kansas City y Pittsburgh, hasta que llegó a Detroit.

Y evolucionó: de ser un joven presentador engreído se convirtió en un reportero experimentado que se manejaba con soltura bajo presión.

Empezó a ser conocido como "el doctor".

Su conocimiento y experiencia en el mundo de la aplicación de la ley era muy bien conocidas.

Un caso revelador

En 1995, mientras todavía estaba cubriendo asignaciones especiales para el canal, a Proctor se le acercó un investigador privado canoso.

 

Lo había contratado la novia de un hombre llamado Frederick Freeman, quien estaba cumpliendo cadena perpetua por asesinato.

El investigador estaba convencido de que Freeman, quien ahora lleva el nombre budista de Temujin Kensu, era inocente, pero no encontró quién podía escucharle.

Kensu fue declarado culpable de matar con un solo disparo de escopeta a un joven de 20 años, que era hijo del alcalde de una ciudad pequeña.

Fue condenado pese a que varias personas testificaron que se encontraba a unos 640 kilómetros del lugar del crimen.

Proctor quedó cautivado. Investigó el caso durante un año. Los resultados de su investigación se transformaron en una serie nocturna de cinco capítulos que se transmitió en WXYZ.

Consiguió al testigo clave de la fiscalía, quien se retractó frente a la cámara.

"Me despertó", dijo Proctor sobre el caso. "Yo era otro periodista más caminando de historia en historia y en la única oportunidad que me tocaba correr era cuando había un incendio, que era cuando tenía que llegar antes de que se apagara".

La historia atrajo la atención de los medios de comunicación nacionales y la solidaridad de muchos políticos y jueces.

En 2010, un juez federal le concedió a Kensu un nuevo juicio, pero la decisión fue posteriormente revocada por un juez de una corte de apelaciones en 2012.

Los fiscales dijeron que la evidencia contra Kensu era convincente y que sus testigos tenían más validez.

Proctor continuó visitando a Kensu en prisión hasta el día de hoy.

El caso de Kensu transformó a Proctor.

Liberar inocentes

El periodista fundó una organización sin fines de lucro llamada: Proving Innocence, la cual conecta investigadores que no cobran con presos que demuestran un caso fuerte por su inocencia.

Decidió que necesitaba convertirse en un investigador privado con su licencia.

El caso Kensu también hizo que contactara a David Moran, un exdefensor público en instancia de apelaciones que estaba buscando crear un centro que funcionara a tiempo completo para encargarse de sentencias erróneas.

Moran estaba específicamente interesado en casos como el de Kensu para enfocarse en factores importantes además de evidencias de ADN, como por ejemplo: mala conducta del fiscal, errores cometidos por científicos forenses, confesiones forzadas, actuaciones de abogados ineficaces.

De acuerdo con el Registro nacional de exoneraciones ha habido 1.718 exoneraciones en Estados Unidos desde 1989.

Proctor facilitó una serie de reuniones entre Moran y Bridget McCormack, entonces decano de derecho clínico de la Universidad de Michigan y hoy juez de la Corte Suprema de Michigan, que terminaron formando la Clínica de la Inocencia de Michigan.

Desde su formación en 2009, Moran y sus estudiantes han tenido 30 casos, incluido el de Kensu y han liberado a 11 hombres y mujeres condenados injustamente.

Proctor le contó a Moran sobre la llamada que recibió de Amanda, y le dio el nombre de su novio, Robert, de quien la BBC no revelará el nombre porque ha sido acusado de un delito.

Moran excavó entre su base de datos de casos y encontró que Monson ya había enviado una carta solicitando la ayuda del centro en 2009, pero se había quedado apilada entre otros muchos casos marcados como "para investigar".

Ahora, con una nueva teoría de lo que realmente le pasó a Christina Brown, Moran comenzó a cavar a través de los expedientes de Monson para encontrar evidencia de que Amanda decía la verdad.

Los documentos establecen una historia oscura y enrevesada.

"Una muerte horrible"

El cuerpo de Christina Brown fue descubierto el 20 de enero de 1996. Su muerte fue horrible. Había sido apuñalada 17 veces y estrangulada. Su mandíbula quedó rota con suficiente fuerza para zafarle varios dientes.

La sangre en su estómago indicaba que había permanecido en el suelo de la helada vivienda abandonada en 2752 West Boston durante horas luchando por respirar, rodeada de basura y ropa sucia.

Alrededor del mediodía de ese día, testigos le dijeron a la policía que "Mark", como era conocido Monson cuando vendía drogas, había corrido por el pasillo del edificio, golpeando las puertas y pidiéndole a alguien llamar al 911.

Cuando los paramédicos llegaron, Brown no respondía. Murió poco después.

Los otros inquilinos del edificio, que conocían a Brown como "Cristal" y pensaban que la niña de 1,70 m de estatura tenía 17 años, le dijeron a la policía que Monson y Brown estaban vendiendo drogas desde el apartamento.

 

Una vez que fue llevado a la comisaría, Monson sostuvo que aunque él había encontrado el cuerpo no tenía nada que ver con la muerte de Brown.

Afirmó que había pasado la noche del crimen en casa de su novia con la hija de ambos de 7 años, historia que más tarde corroboró su novia.

Pero cerca de 24 horas más tarde, Monson presuntamente dictó y firmó una confesión detallada.

El documento mecanografiado decía que había regresado al apartamento borracho en la mitad de la noche y que había discutido con Brown sobre una supuesta infidelidad sexual.

La confesión de Monson

"Crystal me atacó con un cuchillo en la mano", dice la declaración. "Empujé su cabeza por la ventana en ese baño, rompiendo el cristal… el cuchillo se clavó en el cuello. Crystal se derrumbó en el suelo del cuarto de baño , el cuchillo cayó en el fregadero. Me fui al apartamento".

Cuando Moran comparó el testimonio del médico forense con la confesión de Monson vio que no coincidían con lo que el médico forense testificó.

Las heridas de arma blanca eran superficiales y luego se concluyó que el arma homicida era la tapa del tanque del inodoro. El asesino fracturó el cráneo con él, y la confesión de Monson no contenía ninguna mención a esa tapa.

Él escribió la confesión después de que la exinvestigadora Ghougoian le prometiera que se podía ir a casa si firmaba la declaración.

"El interrogatorio de Monson ocurrió antes de un análisis forense completo", dice Moran. "Los hechos no coinciden. Es una confesión falsa".

Había más. Un hombre que se hacía llamar "Raymond", que varios testigos identificaban como "Robert", fue entrevistado por la policía el día del asesinato.

Según el informe, le dijo a un oficial que se alojaba con Amanda en el edificio y que regularmente le compraba drogas a Brown.

Amanda le dijo a Proctor que Robert entró en cólera después de que intentara comprar crack a crédito y Brown lo rechazara.

Moran también encontró un informe de huellas dactilares en los archivos. Identificó positivamente una huella digital en el espejo del baño como de Monson. Pero debajo una nota que decía que había otras "sin identificar".

Las huellas dactilares de Robert

Después de muchas vueltas burocráticas, Proctor y Moran lograron que un abogado de la oficina del Fiscal del Condado de Wayne les enviara un informe sobre las huellas.

La huella del pulgar izquierdo coincidía con las de Robert, el hombre que Amanda había señalado en la llamada telefónica.

"Estaba muy emocionado", dice Proctor. "Es simplemente otro nivel de reivindicación y otra razón de furia absoluta que todo estadounidense debería tener frente a un caso como éste".

 

"La policía tenía en sus manos la evidencia que necesitaba para hacer más y no lo hizo".

Proctor dice que aprendió del caso Kensu que incluso nuevas pruebas no son suficientes para que las autoridades vuelvan a examinar su caso.

Es por eso que continúa la búsqueda de Robert.

"Realmente no me importa la forma como él lo quiere explicar, pero yo necesito que me diga lo que pasó cuando regresó a comprarle crack a crédito a la muchacha", dice Proctor. "Quiero que me diga lo que hizo".

A inicios del otoño, Proctor hizo su tercer viaje a Johnstown, Pensilvania, un viaje de siete horas en automóvil desde Detroit.

A través de bases de datos a las que puede tener acceso como investigador privado, Proctor se enteró que Robert se había trasladado a una pequeña y desvanecida ciudad dedicada a la industria del acero. Poco después del asesinato, el hombre se fue con dos de sus hermanos para allá.

"Yo no hice nada malo"

En su primer viaje, Proctor llegó a una casa en la que los vecinos le dijeron que Robert se había mudado tan solo meses antes.

En su segundo intento y sin ninguna intención, Proctor terminó en la puerta del hermano de Robert. Lo llamó y le entregó el teléfono a Proctor.

"Yo no hice nada malo", recuerda Proctor que Robert le dijo.

En su tercer intento, las tácticas de Proctor se habían vuelto cada vez más sofisticadas.

A través de un informante, supo que Robert estaba enfermo y se propuso interceptarlo de camino a una de sus visitas a uno de los hospitales de la pequeña ciudad.

Revisó los antecedentes criminales de Robert y analizó documentos para dar con sus direcciones y números de teléfono, pero no dio con los actuales.

Condujo por los alrededores de la casa de su hermano con la esperanza de verlo, pero no tuvo suerte.

En un esfuerzo por prepararse para el momento de enfrentarse a Robert, Proctor pidió la ayuda de un hombre llamado Walter Swift para que lo acompañara.

26 años en prisión

Como Kensu, Swift había sido un recluso cuya historia convenció aún más a Proctor que el sistema de justicia criminal estaba descompuesto y que casos como este nunca eran tan simples como parecían.

En 2009, Swift acaparó los titulares internacionales cuando fue dejado en libertad después de pasar 26 años en prisión por delitos (violación y robo) que no cometió.

La evidencia de ADN mostró la inocencia de Swift y después de que Proctor cubrió su historia, se volvieron amigos.

Proctor pensaba que si Robert conocía a Swift, un hombre carismático que había experimentado el horror de una sentencia injusta, podía sentirse inclinado a decir la verdad sobre el asesinato.

Pero Swift no está en Johnstown, regresó a la cárcel por robar una tienda. Es el último de una serie de arrestos.

Proctor tenía la esperanza de ayudar a Swift a escribir libros y dictar charlas. La realidad tras volver a salir en libertad ha sido muy diferente.

"Estos meses con Walter han sido los más difíciles de mi vida", dice Proctor. "Me han hecho darme cuenta que no puedes desear que las cosas salgan de la manera en que te las imaginas".

Cuando Swift recibió US$2,5 millones en compensación por parte de la ciudad de Detroit por el tiempo que pasó en la cárcel, tanto él como sus abogados decidieron nombrar a Proctor como el único fiduciario de los fondos.

Después de salir en libertad, Swift se sumergió en la adicción. Se ha aparecido en la puerta de Proctor, en el medio de la noche, descompuesto y exigiendo dinero.

"No hay nada que puedas hacer para mantenerme alejado de las drogas, especialmente cuando valgo US$2 millones", dice Swift ahora. "No estoy tratando de decirte que esto es correcto, lo que trato de decirte es que esta es la realidad".

Pese a todo eso y las objeciones de su esposa, Proctor asegura que no puede abandonar a Swift. Su plan es rogarle a un juez que le permita llevar a Swift a un internado de tratamiento en Vermont para que se someta a un programa de rehabilitación de un año. Swift aceptó hacerlo.

"No tengo idea de lo que va a pasar, pero él será parte de mi vida hasta que un día uno de nosotros se muera", señaló Proctor.

"Solo queremos a nuestro hijo en casa"

En su último día en Johnstown, el sol empezó a ocultarse cuando Proctor se preparaba para abandonar la ciudad.

No avanzó en su búsqueda de Robert y frente a sí tiene un largo viaje de regreso a Detroit. Tiene que enrumbarse pronto porque podría perderse la audiencia de Swift.

"Estoy decepcionado pero realmente no estoy sorprendido".

Hace una pausa.

"¿Voy a seguir intentandolo? Probablemente".

Cuando LaMarr Monson piensa en el asesinato que lo llevó a perder su libertad, su reacción es previsible:

"Estoy muy molesto. No entiendo cómo alguien pudo hacer algo así", dice. "Fue un enfermo".

Pese a eso, Monson, ahora un hombre de 43 años, calvo, con gafas, que sigue cumpliendo su sentencia en la prisión de Adrian en Michigan, se siente eufórico cuando Proctor y Moran logran probar muchas de las cosas que él ha venido diciendo durante 19 años.

"Finalmente estoy logrando que mi historia se sepa. Se siente bien", indica. "Yo no lo hice, quiero que eso reine por encima de todo".

El 14 de diciembre, Proctor recogió a la madre de Monson, Delores, en su casa y se fueron a la fiscalía del condado de Wayne, donde se celebró una rueda de prensa.

"Solo queremos a nuestro hijo en casa. Él es inocente", Delores dijo frente a los micrófonos en una sala llena de reporteros. "La persona responsable de este crimen ha estado libre todo este tiempo y eso es inaceptable".

El círculo

Treinta minutos antes, Moran presentó la moción para un nuevo juicio para LaMarr Monson y nombró por primera vez al hombre cuyas huellas dactilares fueron halladas en el arma con la que se cometió el asesinato: Robert.

"La evidencia de las huellas dactilares descubiertas en 2015 establece que el señor Monson es inocente", dice la moción. "El señor Monson se merece un nuevo juicio".

El departamento de la policía de Detroit no responde preguntas sobre el caso, o si tienen planes de contactar a Robert. El departamento de la policía de Johnstown no devolvió los mensajes.

La fiscalía del condado de Wayne no quiso discutir los detalles del caso, pero aseguró que un fiscal auxiliar ha sido asignado.

"Responderemos a la moción si se dirige a un tribunal de primera instancia", le escribió un vocero a la BBC.

Para Proctor, la conferencia de prensa era un momento importante para cerrar el círculo.

Después de que Delores Monson terminó, él se ubicó frente a las cámaras por primera vez desde 1996 para decirle a Detroit que cree que LaMarr es inocente.

"Lo que la familia Monson ha sufrido, lo que LaMarr ha sufrido no debería haber pasado", dijo.

También le envió un mensaje a Robert.

"Explica lo que le pasó a la muchacha".