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La mexicana que lleva más de un año en una iglesia para no ser deportada de EE.UU.

Rosa Robles es una indocumentada que, tras cometer una infracción de tránsito, se refugió en un templo de Arizona para evitar ser devuelta a México. Robles contó a BBC Mundo cómo es su vida y qué le diría al presidente Obama.

24horas Administrator

Martes 15 de septiembre de 2015

Durante varios años lo primero que hacía Rosa Robles al llegar a su casa era persignarse.

Le daba gracias a Dios por otro día sin haber llamado la atención de las autoridades.

Cuando llegaba a su trabajo limpiando casas, hablaba con su marido Gerardo para avisarle y agradecían a Dios.

Robles, de 42 años, lleva 16 viviendo en Estados Unidos sin documentos. Lo ha había hecho sin mayores sobresaltos en Tucson (Arizona) hasta que la tarde del 2 de septiembre de 2010 cometió una infracción de tránsito menor.

Su vida cambió. En ese instante pensó que nunca más iba a ver a sus hijos. Lo que en otras circunstancias se hubiera arreglado con una multa, derivó en un llamado a la Patrulla Fronteriza y su detención durante 53 días.

Unos meses antes, el estado de Arizona había aprobado la controvertida ley SB1070, una de las más estrictas contra los inmigrantes indocumentados, el temor en millones de personas en el país.

Fue liberada bajo fianza y las autoridades comenzaron los procedimientos para expulsarla del país, hasta que en julio del año pasado se confirmó que sería deportada.

Robles se veía enfrentada a dejar atrás a su marido y a sus hijos Gerardo (12) y José Emiliano (9).

Para evitar ser deportada a México y tras una sugerencia de su equipo legal, se encerró en una iglesia en Tucson.

Pensó que iba a estar un par de semanas, pero esta semana cumplió 400 días refugiada en el templo Southside Presbyterian Church.

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Movimiento santuario

* La iglesia Southside Presbyterian Church de Tucson (Arizona) fue una de las primeras en recibir inmigrantes en la década de los 80.

* En ese entonces, el movimiento santuario surgió para dar refugio a los miles de inmigrantes centroamericanos que escapaban de los conflictos en sus países y se enfrentaban a ser deportados de Estados Unidos.

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Su caso no es único. Se estima que al menos otras cuatro personas se encuentran en condiciones similares en iglesias de otras partes de Estados Unidos, aunque no llevan tanto tiempo como Robles.

"Dios mío, ¿qué pasa si tengo que pasar otro año aquí? Es muy duro, muy pesado. Pero gracias a Dios tengo el amor de la gente. Es como una cárcel, aunque tenga todo el apoyo, estar encerrada, sin tu libertad, la valoras mucho", afirma Robles en conversación telefónica con BBC Mundo.

Pasa el día rezando y colaborando con las tareas en la iglesia, ya sea en la limpieza o preparando comida para los más necesitados.

 

Dice que le pide a Dios todo el tiempo que le siga dando fe, esperanza y fuerzas para seguir, y aunque no pueda comer en familia, les prepara cada día la cena, que su marido recoge después de trabajar.

Desde el viernes de tarde hasta el domingo, su marido y sus hijos la visitan en la pequeña habitación que ocupa en la iglesia.

Arman rompecabezas y conversan sobre la práctica de béisbol de sus hijos.

"Desean que su madre esté ahí. Es duro que vengan aquí y me digan: 'Mamá, estaba bateando y escuchaba tus gritos (de aliento). Ya quiero que vayas a los juegos'", le dicen sus hijos.

Las despedidas son cada vez más duras y cada domingo tiene que estar un rato consolando al más pequeño.

Apoyo de la comunidad

El caso ha generado indignación en parte de la comunidad y ha motivado manifestaciones en reclamo por su situación.

Como parte de la campaña "We Stand With Rosa" (Estamos con Rosa), se han colocado 10.000 carteles en hogares, comercios y templos de la ciudad y se abrieron cuentas en Twitter (@WeStandWithRosa) y Facebook.

En la iglesia, aceptaron acogerla en santuario, como han hecho con otras personas en situaciones similares, porque consideran "importante" estar con familias como la de Rosa.

"Hay demasiadas familias como la suya que están siendo destrozadas cada día por nuestro sistema de inmigración fallido", le explica a BBC Mundo la pastora Alison Harringdon.

"Como comunidad de fe –agrega– nos sentimos obligados a estar junto a los que sufren y a hablar en contra de las leyes que violan los valores bíblicos de acoger al extranjero y amar a nuestro prójimo".

En el limbo

Pero tras más de un año en la iglesia, la situación de Robles sigue en un limbo.

Las autoridades no ingresan al templo para detenerla pero si sale, se expone a ser deportada.

"El caso de Rosa ha tomado tanto tiempo para ser resuelto en parte por un fallo o falta de voluntad del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en ingés)", le dice a BBC Mundo Sarah Launius, una de las abogadas de Robles.

El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en ingés), entidad que depende del DHS, opera desde 2001 bajo un memorando que busca evitar la aplicación de ciertas normativas en determinadas circunstancias.

"Las acciones de ejecución de la ley no se producen en lugares sensibles como escuelas e iglesias, salvo excepciones", le dice a BBC Mundo Jennifer Elzea, vocera del ICE.

Las excepciones incluyen asuntos de seguridad nacional o terrorismo, riesgo inminente de muerte, violencia o daño físico a una persona o propiedad, el arresto o persecución de un delincuente peligroso o de un individuo implique un riesgo para la sociedad, o el riesgo inminente de destrucción de evidencias en un caso criminal.

La defensa de Robles asegura que el gobierno ya podría haber cerrado su caso.

Una directriz del ICE establece que los casos de las personas con lazos familiares y en la comunidad "significativos" y sin antecendentes penales pueden ser cerrados de forma administrativa, recuerda Launius.

"Rosa califica para que su deportación se detenga, pero el gobierno no lo ha hecho. Es difícil decir con certeza por qué, pero parece derivar en gran parte del debate político sobre la inmigración y las estrategias electorales de los dos partidos principales en Estados Unidos", apunta su abogada.

 

Robles cuenta que si pudiera hablar con el presidente Barack Obama le diría que tan solo está pidiendo una oportunidad:

"Él es padre de dos hermosas niñas y siento que él que daría todo por ellas. Al vernos, ¿no pensará que estamos también igual por nuestros hijos batallando?", se pregunta Robles.

"Esta lucha es por mis hijos. Él sabe de mí, ¿no pensará que mis hijos están solos?, ¿que estoy haciendo esto por los sueños de mis hijos?", agrega.

"Eso le diría, que pensara en sus hijas y que pensara un momentito en nosotros, que nos diera esa oportunidad de demostrar que somos personas que venimos a luchar en este país".

Robles dejó atrás una carrera de contadora pública en su Hermosillo natal (estado de Sonora), para ir en busca de mejores oportunidades del otro lado de la frontera porque apenas le alcanzaba para vivir.

"Estamos aquí por nuestros hijos –aclara– por darles una oportunidad de seguir adelante. Aunque yo limpie casas y mi esposo trabaje en jardinería, tenemos una mejor vida aquí que en México".