Click acá para ir directamente al contenido

Por qué Crimea tiene un lugar tan especial en la imaginación rusa

La península que está a punto de pasar a ser parte de la Federación Rusa fue desde antes y durante el período soviético un espacio donde floreció la poesía y un sitio en el cual olvidar los problemas cotidianos.

24Horas.cl TVN

Sábado 12 de abril de 2014

Tras un referendo amargamente disputado, Crimea está en proceso de separarse de Ucrania y convertirse en parte de la Federación de Rusia, con el beneplácito de esta última. La región es tremendamente significativa en la psiquis rusa... ¿Por qué?

En 1893, la madre de Maximilian Voloshin compró una parcela de tierra en una pequeña aldea crimea llamada Koktebel. Este poeta y filósofo nacido en Kiev construyó una casa frente al mar, a la que invitaba a sus amigos, poetas, artistas y escritores de Moscú y San Petersburgo, para que se quedaran durante meses, en las tres primeras décadas del siglo XX.

La poetisa Marina Tsvetaeva conoció a su esposo, Serguei Efron, en la playa en Koktebel, cuando eran adolescentes. Los poetas Anna Akhmatova y Osip Mandelstam pasaron temporadas con Voloshin.

Lejos de la ciudad, en ese pequeño remanso, los artistas podían vivir una vida bohemia, dejándose crecer el cabello o cortándoselo para sorprender a los lugareños. Koktebel se convirtió en colonia artística, y hasta cierto punto sigue siéndolo.

Parte del atractivo de Crimea para los poetas era su ambiente exótico, musulmán. Para Tsvetaeva y Mandelstam, el Mar Negro y Crimea, tan distantes de Moscú, eran fascinantes y exóticos: una era idílica, antes del pecado original, prerrevolucionaria y lugar de retorno en su poesía.

Conversión soviética

La colonia artística de Voloshin inauguró un siglo de Crimea como destino vacacional. Su amor por las caminatas y otras actividades al aire libre, así como la costumbre de la clase alta de ir a "tomar las aguas" o "tomar la cura" en balnearios contribuyeron a su metamorfosis en campamentos vacacionales y balnearios para las nuevas masas soviéticas.

El sueño soviético de crear un proletariado comunista ideal tuvo mucha más tracción con la oferta de entretenimiento gratuito organizado, que con los planes quinquenales de Josef Stalin (para industrializar a la Unión Soviética y tornarla en una contendiente en el mercado global).

La URSS transformó a la península en un campamento de verano para trabajadores premiados y burócratas consentidos.

Decenas de miles de niños llegaron para quedarse en sanatorios especialmente diseñados y en campamentos vacacionales como el famoso Artek, a disfrutar dos semanas de sol, mar y adoctrinamiento mediante el deporte y el ocio.

En Feodosia, las mansiones construidas a fines del siglo XIX por judíos caraítas -de origen turco, patrocinados por la élite imperial- fueron convertidos en sanatorios.

Hoy en día, esos palacios y los sanatorios soviéticos están en ruinas.

La imagen masiva del deseo

Es por ello que para quienes nacieron en la Unión Soviética, Crimea es tierra de vacaciones. Es la promesa sureña de libertad, sensualidad, un momento y lugar ideal, fuera de la "vida real", para disfrutar del sol, el mar, las montañas, los deportes, comida exótica, paseos campestres, juegos de azar, etc.

La transformación de Crimea en imagen masiva del deseo fue un éxito absoluto de las autoridades soviéticas y sigue siendo poderosa, pese a la competencia de balnearios mejor equipados en la cercana Turquía.

Tanto para la Rusia Imperial como para la Unión Soviética, Crimea era un ruta al Mediterráneo: el mundo clásico, así como el cielo azul y los baños de sol.

Pero el atractivo de Crimea es real.

Cada tipo de paisaje se condensa en este pequeño diamante: desde la estepa en el este y norte y las playas de arena en Feodosia, hasta las colinas de viñedos y árboles frutales y los espectaculares acantilados que caen al mar tibio y profundo.

Más al oeste, una cordillera boscosa oculta antiguas ciudades cavernosas y castillos de cuentos de hadas brillan en el borde del acantilado.

La familia imperial rusa comenzó a ir de vacaciones a Crimea en la década de 1860. El último zar, Nicolás II, construyó un palacio en Livadia, en la costa sur cerca de Yalta.

Por cierto, el interés de la Rusia Imperial en Crimea fue ante todo estratégico. Cuando Catalina la Grande conquistó Crimea del Imperio Otomano a fines del siglo XVIII, miraba hacia el oeste, en busca de puertos cálidos para la flota imperial.

Crimea ofrecía un escape al clima norteño y una ruta al resto del mundo. Mira hacia el este, oeste y sur. Y el resto del mundo pasó por allí, o al menos los alanos, griegos, romanos, turcos, genoveses, godos, jázaros, cimerios, tártaros y más.

Lluvia de recuerdos

En la cima de una colina cerca de Koktebel (ver arriba), un mirador neoclásico kitsch se destaca sobre el hermoso panorama. En la parte superior están las palabras "Lluvia de meteoritos de recuerdos" que envían un mensaje extraño y equívoco.

Tras el colapso de la URSS, Crimea se hizo ideal para bacanales. Koktebel tiene playas nudistas, antros, alcohol barato y malecones atestados de vendedores ambulantes de armas semiautomáticas de plástico. La Koktebel de Voloshin todavía existe si uno sabe dónde buscarla, en callejuelas y viviendas antiguas.

Estuve con un artista cuya abuela fue amiga íntima de Max Voloshin. El patio sombreado, el estudio amorosamente mantenido y la encantadora dacha son un testamento a una cultura que se conservó, a pesar de la Revolución y de 70 años de comunismo, y que ahora se aferra a la vida contra la usurpación de Benidorm.

Después de dos décadas de capitalismo disfuncional y gobierno cleptocrático, muchos crimeos viven del turismo de bajo nivel o de los militares. Sus deseos para Crimea sin duda son diferentes de las visiones de los visitantes, políticos, soldados y paramilitares.

Lo que está claro es que Crimea sigue siendo un lugar para representar leyendas y deseos, y en el que diversos mitos compiten por prevalecer.