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¿Por qué tenemos los ojos al frente de la cabeza y no al costado?

El desplazamiento de los ojos hacia delante de la cara nos permitió ver el mundo en tres dimensiones pero –aunque la clave está en los árboles– la explicación del cambio evolutivo tiene más de un punto de vista

24Horas.cl Tvn

Lunes 3 de noviembre de 2014

Si te das una vuelta por un zoológico podrás notar que los animales pueden separarse en dos grupos, de acuerdo a la ubicación de sus ojos.

Están, por ejemplo, pollos, vacas, caballos y cebras que los tienen a los lados de la cabeza.

Mientras que los ojos de otros, como monos, tigres, lechuzas y lobos, están unidos al frente, apuntando hacia adelante.

Todos los humanos obviamente están en el último grupo pero, ¿cuál es la razón de esta división? y ¿cómo terminamos nosotros, los primates, con los ojos al frente?

Cuestión de evolución

Hay ventajas y desventajas en la ubicación de los ojos en los animales.

Cuando se desplazan hacia delante de la cara dos campos visuales se traslapan. Es esa superposición –la perspectiva ligeramente distinta sobre la escena al frente que cada uno de tus ojos envía al cerebro– lo que te permite percibir la profundidad.

 

Los animales que tienen los ojos a los lados no tienen esta percepción de profundidad bien desarrollada, pero sí pueden tener una visión panorámica mucho mayor.

La ubicación de los ojos probablemente evolucionó por distintas razones en diferentes grupos de animales.

Hipótesis arbórea

En 1922, el oftalmólogo británico Edward Treacher Collins apuntó que los primeros primates necesitaban una vista que les "permitiera mecerse y saltar con precisión de rama en rama… para tomar la comida con sus manos y llevársela a la boca".

Al mudarse a los árboles para escaparse de los depredadores, argumentó Collins, la evolución favoreció en nuestros antepasados un sistema visual con una buena percepción de profundidad.

Básicamente, desarrollando ojos al frente podían desplazarse mejor entre los árboles y también agarrar rápidamente a sus presas.

Su idea pasó luego a ser conocida como la "hipótesis de locomoción arbórea" y prevaleció, con ciertos cambios, por mucho tiempo.

Después de todo, ciertamente el riesgo de no poder medir las distancia entre los árboles era bastante alto.

"El precio que se pagaba por fracasar era una caída de muchos metros a un suelo habitado por bestias carnívoras", escribió el psicoterapeuta visual Christopher Tyler en 1991.

Depredador visual

El problema con la hipótesis de Collins es que muchos animales, como las ardillas, han desarrollado sus vidas en los árboles y tienen los ojos a los lados de la cabeza.

En 2005 el antropólogo biólogo Matt Cartmill propuso una idea distinta: la "hipótesis de la depredación visual".

 

Es decir, lo que más le convenía a los depredadores era tener una buena percepción de la profundidad.

Eso los ayudaba a localizar y capturar su presa, ya fuese un leopardo acechando una gacela, un ave rapaz agarrando un conejo con sus garras o uno de nuestros antepasados primates, atrapando un insecto en la rama de un árbol.

Cartmill pensó que su explicación era la más elegante porque también incluyó otros cambios evolucionarios que son característicos de los primates. Los primates primitivos, por ejemplo, usaban más la vista para cazar que el olfato.

Cartmill consideró que la reducción en su capacidad para oler fue un efecto secundario de la confluencia de los ojos, simplemente porque el espacio disponible para la nariz y sus conexiones con el cerebro se volvió más pequeño.

Hábito nocturno

El neurobiólogo John Allman trabajó a partir de la hipótesis de Cartmill y la expandió para concentrarse en la depredación nocturna.

Y es que no todos los depredadores tienen los ojos al frente de la cabeza.

 

Los felinos, los primates y las lechuzas sí, pero no así las mangostas, musarañas y petirrojos.

El aporte de Allman fue sugerir que tener los ojos al frente resultaba beneficioso para criaturas que cazan de noche, como las lechuzas y los felinos, porque pueden absorber más la luz que si los tuviesen a los lados.

Y los primeros primates también cazaban de noche, por lo que su adaptación para la depredación nocturna podría haberle asegurado ojos frontales a todos los descendientes, incluyendo a nuestra propia especie.

Visión de rayos X

El neurobiólogo teórico Mark Changizi propuso una idea distinta.

En 2008 en la publicación Journal of Theoretical Biology presentó la "hipótesis de la visión de rayos X".

En resumen, sostiene que tener los ojos al frente le permitió a nuestros antepasados ver a través de las tupidas hojas y ramas en el hábitat de la selva.

El llamativo título de su hipótesis viene de un fenómeno curioso: "Cuando levantas un dedo verticalmente y fijas la mirada en algo que está mucho más al fondo", señaló, "percibes dos copias de tu dedo y ambas parecen transparentes".

Por lo tanto tienes la habilidad de "ver a través de" tu dedo, como si estuvieras mirando con visión de rayos X.

Pero la confusión de planos únicamente afecta a los animales grandes de la selva, como los primates.

Los más pequeños, como las ardillas, sufren menos el problema porque sus cabezas son lo suficientemente pequeñas para ver entre las ramas y las hojas.

Y los animales grandes que están fuera de hábitats selváticos no tienen mayores problemas con sus ojos en los lados.

Por lo tanto, el motivo por el cual tenemos ojos al frente de nuestras cabezas aún no está aclarado. Cada hipótesis tiene sus puntos fuertes y débiles.

Sin embargo, ya sea que fuese para saltar entre ramas, perseguir sabrosos insectos o ver a través de las hojas, por lo menos una cosa es segura: todo se reduce a la vida en los árboles.