Click acá para ir directamente al contenido

¿Qué daría un argentino por una entrada a la final?

US$10.000, el auto, la novia o el novio… Los hinchas albicelestes que llegaron a Río sin entradas para la final del Mundial se declaran dispuestos a dar todo (o casi todo) a cambio de ingresar al Maracaná el domingo.

24Horas.cl TVN

Sábado 12 de julio de 2014

Gerardo Lissardy BBC Mundo

La parte buena de la historia para Antonio Rodríguez es que logró llegar a Río de Janeiro antes de la gran final del Mundial entre su Argentina querida y Alemania. La mala es que le falta la entrada para el partido, y está desesperado.

Rodríguez, de 40 años, camina por la playa de Copacabana con dos carteles colgando delante y detrás de la camiseta albiceleste que lleva puesta, y un mismo aviso escrito a mano: "Compro tickets".

"No consigo, pero cambio ticket por camioneta", dice este transportista que llegó a Brasil hace dos semanas con entradas para los cuartos de final y las semifinales del Mundial, y ahora le falta una para el choque decisivo.

Su oferta es así: si le dan cuatro entradas para el Maracaná el domingo, él entrega su Renault Master 2010. "Papeles al día", aclara. Y asegura que habla en serio.

Las autoridades de Río estimaron que hasta 100 mil hinchas argentinos llegarían a la ciudad desde el jueves, con la idea de acompañar lo más cerca posible el sueño de ganar una Copa del Mundo después de 28 años.

Al igual que Rodríguez, buena parte de ellos carecen de boletos de ingreso al estadio. Y se dicen dispuestos a entregar lo impensable a cambio de uno.

"Mucha plata"

La reventa de entradas del Mundial está expresamente prohibida por la FIFA, pero eso parece importarle poco a los fanáticos argentinos en Río.

Antonio opta por buscar entrada con un cartel en la playa.

La gran esperanza de muchos es que los brasileños que habían comprado alguna para la final estén buscando deshacerse de ellas tras la humillante goleada 7-1 que la Seleção sufrió ante Alemania en semifinales.

"El argentino medio que se la está rebuscando está dispuesto a pagar US$3.000", cuenta Matías Riazzuto, un argentino de 25 años reunido con un grupo de amigos en la Avenida Atántica carioca.

Riazzuto dice que escuchó que han llegado a pagar hasta US$5.000 por una entrada, pero calcula que antes de comienzo del partido "va a bajar un poco más" el precio de reventa.

Sin embargo, algunos compatriotas suyos no parecen dispuestos a esperar.

"Vendería la sangre, vendería todo. US$10.000, lo que fuera", dice a pocos metros Sergio Badaracco, un comerciante de 46 años.

Pese a carecer de entrada, Badaracco tomó un avión de Buenos Aires a Río el jueves, al día siguiente que Argentina lograra su pasaje a la final eliminando a Holanda en una definición por penaltis.

Quien parece tener más suerte es Pablo Botalci, un estudiante de 23 años que vive en Rosario y asegura que pudo comprar boletos por la vía formal antes de viajar a Brasil con su amigo Gabriel Indorado.

"Los dos tenemos entrada y ya nos han ofrecido mucha plata para la reventa", relata y completa: "De US$8.000 a US$10.000".

Pero ambos juran que jamás venderían las preciadas cartulinas.

"¿Cuándo vamos a poder ir a ver otra final del mundo? No sabemos. Calculamos que nunca", reflexiona Indorado, un productor avícola que adorna su labio inferior con un aro metálico.

"Entrego a mi novia"

Los latinoamericanos ya han dado varias muestras de fanatismo y pasión al seguir a sus selecciones en este Mundial, soportando travesías de miles de kilómetros y en algunos casos hasta intentando acceder al Maracaná de modos sorpresivos.

Durante la fase de grupos, cerca de 20 argentinos forzaron un portón y saltaron un muro del estadio para ver el debut mundialista de la Albiceleste ante Bosnia-Herzegovina.

Pocos días después, decenas de chilenos invadieron el centro de prensa del Maracaná en procura de ver a su selección frente a España. Algunos lo lograron, pero 88 fueron detenidos y tuvieron que abandonar Brasil.

La vigilancia para los partidos mundialistas en el mítico estadio de Río fue reforzada tras esos incidentes, y para la final la ciudad entera vive un megaoperativo de seguridad inédito.

Carlos y María bromean estar dispuestos a entregarse mútuamente por una entrada.

Muchos hinchas argentinos como Gabriel Picco, un ingeniero de sistemas de 32 años, parecen ya conformarse con ver la final por pantalla gigante en el Fan Fest de Copacabana, aunque aclara que daría "la vida" por entrar al Maracaná.

A su lado, Victoria Pietroboni, una emprendedora de 30 años de Entre Ríos, comenta entre risas que por una entrada a la final daría "en principio dólares… y después se puede charlar".

"Nos entregamos mutuamente por una entrada", bromean Carlos Gold (42) y María Romero (29), una pareja de correntinos que camina por la costa carioca.

No son los únicos en decir algo así.

"¡Por la entrada a la final, entrego a mi novia!", exclama Tadeo Pla, un estudiante argentino de 21 años.

Claro que eso también tiene riesgos, aunque sólo sea dicho con humor.

"¿Cuál novia?", le pregunta Camila Ortiz, de 22 años, asombrada del desparpajo de su pareja.

"A mi ex, a mi ex", corrige Pla rápidamente.