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Timothy McCoy, el curador de meteoritos

BBC Mundo visitó a Timothy McCoy, el hombre encargado de preservar los más de 20.000 meteoritos que guarda el museo Smithsonian, en Washington. Una de las joyas de la colección es una roca descubierta en el norte de México.

24Horas.cl TVN

Lunes 22 de abril de 2013

Thomas Sparrow BBC Mundo, Washington

Desde su laboratorio en Washington, Timothy McCoy se encarga de develar los secretos que esconden las rocas más antiguas de nuestro Sistema Solar.

McCoy es uno de los pocos curadores de meteoritos que hay en el mundo y actualmente tiene a su disposición unos 35.000 especímenes de 23.000 meteoritos diferentes, todos albergados en el Museo de Historia Natural del Smithsonian, en la capital estadounidense.

La colección cuenta con meteoritos que cayeron en lugares como Argentina, Chile, España, Francia, Estados Unidos y Canadá, además de rocas obtenidas de la Luna y de Marte.

Una de las joyas de la muestra -que McCoy describe con particular orgullo- es Allende, un tipo raro de meteorito que golpeó México en 1969, tiene 4.500 millones de años y es un registro clave sobre el primer millón de años del Sistema Solar.

BBC Mundo estuvo en el laboratorio de McCoy para conocer -sentir y cargar- algunos de los meteoritos más intrigantes del mundo.

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El espacio en sus manos

A Timothy McCoy le gusta estar rodeado de rocas espaciales.

Detrás de él hay cajones y cajones con especímenes, a su lado hay un enorme meteorito metálico que le llega casi hasta la cintura y en frente, sobre su mesa de trabajo, hay desperdigados contenedores grandes y pequeños que él toma -siempre con guantes azules de látex- para demostrar sus argumentos.

Cada una de sus respuestas, además de palabras, viene con una explicación práctica, con las manos.

Y eso tiene una razón particular: a McCoy, más que el estudio "teórico y nebuloso" del espacio, lo que le ha apasionado desde joven es sentirlo en sus manos.

"Este -y entonces toma una pequeña roca negra- es un pedazo de Marte", dice.

Lo deja, coge otro, lo levanta a la altura de su vista y sigue: "No es una construcción teórica, ni un haz de luz que viene de una estrella".

"Es algo que se puede tocar: un fragmento de la Luna".

Pero no se trata únicamente de sentir el espacio. Se trata de investigarlo.

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Las piezas del rompecabezas

Como muchos de los meteoritos preservan las propiedades físicas y químicas de hace miles de millones de años, estos ayudan a entender los eventos que se desarrollaron en las primeras épocas de nuestro Sistema Solar.

"Nunca hemos tomado muestras de lo más profundo de la Tierra ni hemos llegado a su núcleo", dice McCoy.

"Así que si uno quiere entender con qué comenzamos para entender dónde estamos ahora, esto es lo que uno toma", explica con una roca en sus manos.

"Estas son las piezas fundamentales de nuestro Sistema Solar".

El problema es que, como si se tratara de un rompecabezas espacial, los científicos no tienen todas las piezas.

De ahí que la labor de McCoy resulte relevante.

"Tenemos unas muestras tan imperfectas de nuestro Sistema Solar que frecuentemente vemos una pieza del rompecabezas acá y otra allá, y uno tiene que ser lo suficientemente capaz de descubrir si están o no relacionadas", dice.

"Y también hay que apreciar lo que no se ve. Buena parte del trabajo es buscar las cosas que uno sabe que deberían estar ahí pero simplemente no ha encontrado todavía".

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Una bola de fuego sobre México

Timothy McCoy dejó al periodista de BBC Mundo tomar un fragmento de Marte en una mano y uno de la Luna en la otra.

Pero al mismo tiempo que busca lo que le falta, McCoy aprecia lo que tiene a su alcance.

Sobre la mesa de su laboratorio, entre decenas de especímenes, hay dos meteoritos que él describe con especial esmero.

El primero, a diferencia de casi todos, no se puede tocar. Es demasiado valioso como para estar al aire libre y por ello está guardado en un recipiente sellado.

Se llama ALH84001, fue encontrado en la Antártida en 1984, tiene unos 4.200 millones de años y proviene de las partes más antiguas de Marte (ver video en la parte superior).

Es importante porque se ha argumentado que contiene minerales para cuya formación era indispensable la presencia del agua, lo que quiere decir que debe haber habido agua en ese planeta.

De hecho, en 1996, un grupo de científicos señaló que la roca podía contener señales de vida microscópica, algo que todavía genera controversia en los círculos especializados.

La segunda roca es menos polémica, igual de extraña y, a diferencia de la ALH84001, sí se puede tocar. Se conoce como el meteorito Allende y el especimen que tiene McCoy en sus manos forma parte de una gran bola de fuego que explotó sobre Chihuahua, México, en 1969.

Según el Smithsonian, Allende es esencialmente "preplanetario" y su importancia es tal que transformó el estudio de los meteoritos.

McCoy dice que si disuelve partes de esta roca es posible hallar diminutos granos que no se formaron en nuestro Sistema Solar sino durante la muerte violenta de otras estrellas.

El curador del Smithsonian sabe el valor de lo que tiene en sus manos.

Y se emociona cuando lo toma, lo inspecciona y se lo explica a otros.

"Si uno quiere ser un verdadero explorador espacial -concluye- esto es lo que hay que analizar".