Hubo que tener paciencia, este curanto se hizo esperar. Después de más de dos horas, fuimos testigos de lo que provoca un apetitoso curanto cocinado bajo tierra.
Un encuentro con las raíces chilotas, tan arraigadas en Magallanes. Una excusa para compartir un buen almuerzo en plena pampa, y en compañía del siempre esquivo sol.
Una tarde que tuvo todos los encantos del campo magallánico y chilote, con invitados de todo Chile y uno que otro extranjero. Muchos agradecieron no tener que viajar a Chiloé para conseguir un buen curanto en hoyo.