Quince grados bajo cero, y estos pingüinos
Adelia cumplen con sagrada exactitud este ritual cuando se acerca la llegada de
la primavera. Espectáculo común en la Antártica. Una sorpresa para quienes estamos en el continente, y un privilegio para quienes viven al fin del mundo. Marcelo es el gobernador marítimo en la Isla Rey Jorge. Echando un rápido vistazo por la ventana, descubrió una enorme mancha negra sobre el mar congelado. Y así fue. Se encontró con esta numerosa marcha de pingüinos Adelia. Poco más de 300. Un número reducido si se considera que en el continente antártico son más de 50 millones. Grupo minoritario, donde no se admiten hembras. Marcelo siguió la marcha de pingüinos por varias horas. Pero habría necesitado muchos días para acompañarlos hasta el lugar donde esperarán a sus compañeras. De vuelta al lugar donde nacieron, estos exploradores ya iniciaron el camino para convertirse en padres. Un recorrido que en esta ocasión incluyó a la base chilena en su hoja de ruta. Por eso fueron nuestros compatriotas quienes tuvieron el privilegio de ser testigos de una de las marchas más masivas y a la vez desconocido del reino animal.