Lilian tiene 28 años y desde pequeña luchó contra la estigmatización social. Ella es una joven Down que hoy trabaja como asistente de párvulos. La otra es la historia de Ingrid, una mujer que que también ha luchado por levantar un centro de atención especial. Ambas experiencias de vida demuestran que la integración la hacemos todos y que cada uno puede aportar a que los niños y jóvenes con Síndrome de Down puedan ser parte activa de la sociedad.