La muerte de Giorgio Armani a los 91 años conmocionó al mundo de la moda. El diseñador italiano no sólo deja un vacío creativo, sino también una de las mayores fortunas del sector, valorada en más de 11.000 millones de euros.
Sin hijos, el futuro de su patrimonio y de su firma dependía de un plan de sucesión que el propio Armani diseñó con meticulosa discreción.
En vida, el creador aprobó unos estatutos que se activan tras su fallecimiento y que garantizan la continuidad del grupo Giorgio Armani S.p.A., del que poseía el 99,9% de las acciones.
Según estos documentos, expuestos por El Mundo, el control quedará en manos de seis categorías de accionistas, aunque serán las clases A y F las que concentren el poder real de decisión; y todo apunta a que la Fundación Armani, que ya posee el 0,1% restante, será la pieza clave en este esquema de gobernanza.
De este modo, la empresa seguirá dirigida por un consejo de administración de ocho miembros, en el que participan familiares del diseñador, su socio de confianza y pareja Leo Dell’Orco, el actual gerente Pantaleo Dell’Orco y el empresario Federico Marchetti, fundador de Yoox. La estructura garantiza que la marca continúe fiel a los principios marcados por Armani: innovación, elegancia, prudencia financiera y expansión internacional bajo un mismo estilo.
En cuanto a la herencia personal, los medios italianos señalan que su sobrina Silvana y Leo Dell’Orco figuran entre los beneficiarios más cercanos, aunque el reparto exacto se conocerá solo al abrirse su testamento oficial. A ello se suman activos como el club de baloncesto Olimpia Milano y los dividendos generados por el grupo, que en los últimos cuatro años superaron los 600 millones de euros.
Más allá de las cifras, Armani quiso asegurar que su nombre y su legado empresarial sobrevivieran a su ausencia. Tal como escribió en su libro Per Amore (2022): "He preparado el plan de sucesión con pragmatismo y discreción, porque quiero que el fruto de tanto trabajo perdure incluso sin mí".