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No es sólo rock and roll

Revisa la columna de opinión de Pablo Márquez sobre Lollapaloza Chile.

24Horas.cl TVN

Lunes 16 de abril de 2012

Hay pocas cosas más complejas para una banda que editar un segundo disco luego del estruendoso éxito del primero. La tentación de repetir la fórmula es grande, pero el miedo al estancamiento creativo deja a muchos sin margen de acción y los que no actúan rápido van quedando en el camino.

La figura nos sirve, sin duda, para analizar lo que nos dejó la reciente versión de Lollapalooza Chile en su mayor desafío hasta ahora: convencer con hechos lo que el año pasado se logró simplemente a base de promesas. Porque si en 2011 muchos miraban con distancia esta cosa rara de traer al país un concepto gringo de espectáculos masivos en vivo, especialmente los auspiciadores, en este segundo año quedó claro que se pueden hacer festivales con estándares de calidad cercanos a los del primer mundo y terminar con números azules.

El año pasado lo importante era la apuesta. Perry Farrel se cansó de decir que el negocio no era rentabilizar, sino sensibilizar a las audiencias. Y con un line up de lujo –infinitamente superior al de este año–, el debut de Lollapalooza fue capaz en dos días de romper los prejuicios de años: el público chileno sí se podía comportar a la altura de una buena oferta musical, las marcas sí podían potenciar su branding asociándose a una fiesta masiva y el rock and roll sí podía consumirse en familia sin peligros ni arrepentimientos.

Los que no estuvieron en el debut, este año no se lo quisieron perder. Por eso, Lollapalooza 2012 subió en cantidad de espectadores, muchos de ellos confiando incluso en la compra en verde de sus entradas con la certeza de que la apuesta era segura. Y lo fue. Las actuaciones sólidas de Foo Fighters, Björk, Artic Monkeys y Joan Jett justificaron con creces la inversión. Y aunque MGMT fue más bien un pálido reflejo de sus discos y Cage the Elephant un verdadero fiasco, la sensación que queda es que los “big names” matizaron con sus luces una parrilla que estuvo cargada de sorpresas nacionales y más de algún chascarro del tipo Gustavo Cordera.

 ¿Las deudas pendientes? La conectividad. Un festival que, como en todo el mundo, nace y se multiplica a través de las redes sociales –sobre todo con auspiciadores como smartphones y compañías de telefonía celular–, no puede darse el lujo de mantener la comunicación interna totalmente muerta. Las fallas con internet, la caída permanente de los sistemas de pagos en línea y la falta de coordinación entre los proveedores de alimentos y bebidas con los expendedores de tickets son, felizmente, sólo un puñado de puntos negros que hay que afinar para el 2013. Ya se avanzó mucho en ese aspecto en un año y todo indica que el futuro se vislumbra en la dirección correcta.

Porque, quedó claro, Lollapalooza no es sólo rock and roll y nos gusta.