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"El mejor oficio del mundo": la cátedra de periodismo del Gabo

Gabriel García Márquez emitió un histórico discurso sobre como se debe ejercer el periodismo, profesión en la que él mismo se desempeñó.

José Morgado

Jueves 17 de abril de 2014

Muchas fueron las frases que inmortalizó el fallecido escritor colombiano Gabriel García Márquez, pero hay una que se convirtió en emblema para una profesión.

El "Gabo", durante un discurso ante la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, en 1996, calificó al periodismo como "el mejor oficio del mundo", haciendo de paso una detallada explicación de cómo debe ejercerse con responsabilidad.

"La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón", dijo en aquella ocasión.

A continuación, revisa la alocución completa de García Márquez, donde da cátedra de cómo se debe ejercer el periodismo:

"A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo, y la respuesta fue terminante: 'Los periodistas no son artistas'. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario. Hace unos cincuenta años no estaban de moda escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción.

Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de lo mismo, era porque querían o creían ser periodistas pero en realidad no lo eran.

El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La sección más delicada y de gran prestigio era la editorial. El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los diecinueve años -siendo el peor estudiante de derecho- empecé mi carrera como redactor de notas editoriales, y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso.

La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era una adicción laboral. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fuimos de sobra para seguir abriéndole paso en la vida al mejor oficio del mundo -como nosotros mismos lo llamábamos.- Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de Colombia, no era siquiera bachiller...".

REVISA AQUÍ COMPLETO EL DISCURSO: