Él siempre fue reconocido como el "chico gordo", mientras ella se sentía invisible luego que le dijeran que ya no era alguien a quien admirar.
Robert y Jessica Foster tocaron fondo pesaban 278 kilos entre ambos y decidieron cambiar sus vidas, cansados de no sentirse cómodos ni seguros.
Todo comenzó en marzo de 2012 luego de una sincera conversación donde los dijeron cómo se sentían y reconocieron la vergüenza de no poder acompañar a sus cuatro hijas al parque por estar siempre muy agotados producto del sobrepeso.
Al día siguiente Jess comenzó con clases de zumba y poco a poco fue avanzando a actividades más desafiantes como andar en bicicleta y largas caminatas. Rob fue más lento al principio, sólo con algunos juegos de tenis y renunciando a repetirse en las comidas.
En diciembre, con varios kilos menos, se motivaron a agregar actividades que podían realizar en conjunto y que no se sintieran como ejercicio, por ejemplo natación recreativa con sus pequeñas.
Luego participaron en su primera corrida de cinco kilómetros, donde Jess terminó primera y Rob tuvo que caminar gran parte de la ruta, aunque su actitud cambió.
"El ambiente en la carrera, la motivación y la sensación de ir logrando cosas se convirtió en una adicción. Después de ese día prometí que caminaría al trabajo sin bajar la marcha", indicó Robert a CNN y explicó que siguió participando en carreras hasta lograr su primera maratón en mayo de 2014.
La dieta también fue modificada. No sólo disminuyeron las calorías y reemplazaron la comida chatarra verduras y platos preparados por ellos, hasta convertirse en veganos.
Hoy, dos años después de aquella conversación, Rob y Jess perdieron 127 kilos entre los dos y pesan 75 kilos cada uno.
"Me amo. Me gusta lo que veo en el espejo. Aún queda trabajo por hacer, pero somos unas personas totalmente distintas ahora", sostuvo Jessica.