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Se lo perdieron

Pablo Márquez se introduce en la "poco aprovechada" visita de los Rolling Stones hace 17 años.

Pablo Márquez

Jueves 12 de julio de 2012

Auspiciada por una gaseosa y una multitienda, que gastaron cifras de varios ceros en publicidad y convencimiento ciudadano, la visita de los Rolling Stones a Chile fue uno de esos eventos que podrían definirse como ambivalentes. Raro, esquizoide, freak. Es cosa de hacer memoria. Un 19 de febrero de 1995, ante un Estadio Nacional a media capacidad, cuando muchos nos llegamos al fin de satisfacción y a otros, la verdad, les importó un carajo la visita de una de las bandas más grandes de la historia.           

Estaban de moda por esos días, sonando en las radios con su disco "Voodoo Lounge" que dio excusa para una nueva gira mundial. Muchos medios locales viajaron a cubrir su llegada al continente, para preparar los ánimos y adelantar la llegada a Chile de los profetas del rock. De Jagger, Richards, Wood y Watts. De los ingleses que le jugaron al revés de los Beatles, que contraprogramaron con acidez la dulzura de los carilindos de Liverpool y que llegaban por primera vez a Sudamérica con décadas de desfase para seguir simpatizando con el demonio en su juego de vitalidad eterna. 

Los Rolling Stones tocaron en Chile y -luego de ver el delirio que provocaron semanas antes en Brasil, como parte de la comitiva de avanzada al que fui destinado en una noche lluviosa y emotiva en Sao Paulo- esa jornada quedó claro que para el gusto promedio de nuestro país a esas alturas los Stones ya eran una pieza de museo. Unas caricaturas de sí mismos. Unos veteranos patéticos tratando de hacer florecer el arcoíris de su fama anclada en los 60.

Porque mientras en Argentina agotaban cinco conciertos en River, apenas unas 45 mil personas disfrutaban en los pastos de Ñuñoa de un momento histórico para atesorar por siempre en la retina. De una noche mágica que arrancó con 'Not fade away', el homenaje a Boddy Holly, y siguió con las poleras al viento para alentar al viejo Mick en su visceral entrega de 'Brown Sugar' y tantas más.

Se lo perdieron. La intensidad de esa noche de hace ya 18 años fue única. Y aunque hoy, a 50 años exactos de su formación, se anuncia una gira mundial el 2013 para aplaudir el legado de la banda, se ve lejos que Richards vuelva a encender su eterno cigarro para emocionarnos otra vez en vivo con la cadencia de 'Tumblig dice'. Sería un verdadero milagro, pero si el gran Keith sigue vivo todavía es porque hay un ángel de la guarda detrás del rock n roll.

Por cómodos, por haber estado muy chicos, por apretados o por giles, se lo perdieron, muchachos, se lo perdieron. Y hoy seguro que les va a pesar más que nunca.