Inky y Scooby demuestran que la diferencia de edad no es un problema, ni siquiera en el mundo canino.
Estos dos pequeños perros sorprenden por su comportamiento tan "humano", en una escena que se inicia cuando Scooby (el perro blanco, de 14 años), se queda fuera de la casa.
Esta situación no gusta nada a Inky (el negro, un cachorro de siete meses), que comienza a sollozar al otro lado de la puerta de cristal.
Entonces, su dueña, Maureen Gilronan, le anima a que lo deje pasar.
Y es cuando ocurre lo increíble, ya que Inky se pone de pie en dos patas y entreabre la puerta para entre su compañero de juegos, animándole incluso a pasar con una pata.
Ahora, ya solo queda entregarse de lleno al juego.