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¿Cuánto descansar? Los efectos positivos y negativos de dormir una siesta

Este momento de sueño siempre es beneficioso, si no se superan los 20 minutos. A la vuelta de las vacaciones la siesta suele ser algo que se extraña, por eso te damos algunos consejos de vuelta al trabajo.

Carmen Aguilar

Martes 24 de febrero de 2015

Mientras que no superen los 20 minutos diarios, las siestas no están prohibidas. “Dan respuesta a una necesidad fisiológica”, indica el médico Juan Carrillo, de la Unidad del Sueño del Instituto Nacional del Tórax. Pero no todo el mundo "tiene que" dormirlas.

En edad adulta, este descanso se aconseja cuando no se alcanza la cantidad de horas recomendadas en la noche, se padece de un trastorno de sueño o se desarrolla una actividad “con requerimientos altos de alerta”, señala el doctor.

 

Se refiere Carrillo a trabajos monótonos o los que realizan funciones críticas, como el transporte de pasajeros, manejar máquinas complejas o peligrosas o estar al frente de complejos sistemas de informática.

Esta pausa “disminuye la somnolencia, mejoran la capacidad de alerta y la concentración”, beneficios por los que empresas en Asia y Europa ponen a disposición de sus usuarios las instalaciones adecuadas para echarse un rato. “Al mejorar la capacidad de alerta, el desempeño y el estado anímico de los empleados”, explica Carrillo, “disminuye la tasa de accidentes y mejora la productividad”.

UNA HORA MENOS DE SUEÑO EN LA RM

En Chile, “la gente vive privada de sueño de forma crónica”, dice el experto. De hecho, asegura que en la Región Metropolitana se duerme una hora menos que en el resto del país, en torno a las 6,5 horas de media. Una realidad trasversal a todas las edades.

Los preescolares (3-5 años) deberían dormir entre 11 y 13 horas diarias de manera ininterrumpida, y los escolares (6-11 años), entre 10 y 11. Además, hasta los 10 años se aconsejan siestas diarias de una hora.

La falta de sueño en menores se traduce en “niños más impulsivos, hiperkinéticos, irritables, con dificultades de concentración”, analiza Carrillo y “lamentablemente a muchos se les manda a especialistas que los ponen bajo tratamiento”.

 

La situación se torna más compleja en adolescentes, quienes necesitan dormir entre 8,5 y 9,5 horas al día. La falta de sueño conlleva a trastornos en su metabolismo; contribuye a la obesidad, a preferir alimentos altamente calóricos; aumenta la tasa de accidentes; empeora el rendimiento escolar y se incrementa la tendencia al consumo de drogas y trastornos depresivos que pueden derivar a ideas suicidas.

LAS LARGAS SIESTAS VERANIEGAS

Superar esos recomendados 20 minutos “disminuye la presión del sueño, un factor importante para dormir por la noche”, indica el médico, lo que incrementa en número de vueltas que damos en la cama.

Dado que los horarios de trabajo impiden practicar el dulce arte de la siesta durante el año, se usan las vacaciones para desquitarse, con descansos largos que nos desvelan en la noche. Esto, unido a que solemos cambiar el horario, acostándonos y levantándonos más tarde, produce un “jet lag social”, con consecuencias cuando nos reintegramos al trabajo.

 

La vuelta a la oficina “es como si cambiaras de continente”, explica Carrillo, “la gente se levanta más cansada, con sueño y sensación de no haber dormido”. El motivo es el desajuste horario al que hemos sometido a nuestro cuerpo durante las vacaciones, “lo que produce fatiga, irritación, empeora la capacidad para concentrarse”.

Para los que ya hayan vuelto de vacaciones, no les queda más que readaptarse a los horarios acostándose temprano para rendir durante el día. Sin embargo, si lee esto en la playa o montaña, o se guardó su descanso para marzo, logre un descanso efectivo “manteniendo horarios y siestas adecuadas”, señala el médico Juan Carrillo, “para que las vacaciones no sean un problema más que una solución”.