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Ciudad y Transporte

¿Qué hacemos con este calor?

Cuando se anuncia una ola de calor, las ciudades (y sus habitantes) son quienes sufren las consecuencias más evidentes. Más allá de la incomodidad que causa el calor extremo, la presencia de estos fenómenos climáticos tiene efectos devastadores tanto para la calidad de vida como para la salud de quienes viven en ellas.

Daniela Marshall

Martes 30 de enero de 2024

Cuando se anuncia una ola de calor, las ciudades (y sus habitantes) son quienes sufren las consecuencias más evidentes. Más allá de la incomodidad que causa el calor extremo, la presencia de estos fenómenos climáticos tiene efectos devastadores tanto para la calidad de vida como para la salud de quienes viven en ellas.

La presencia de olas de calor no es algo exclusivo a una geografía específica, sino que transversal a todos los continentes, y de acuerdo con el análisis El Futuro Que No Queremos, realizado por la red global C40, indica que de no tomar medidas urgentes, alrededor de un 40% de la población del planeta estará expuesta a esta condición climática en los próximos 30 años. El análisis también arroja que en la actualidad, 200 millones de personas en 350 ciudades viven con temperaturas de más de 35° durante el verano, y para 2050 serán 970 las ciudades las que experimentarán este fenómeno, con una mayor incidencia en zonas de Asia, África y Norteamérica.

¿Existe algo que podamos hacer?

La respuesta, afortunadamente, ¡es sí!

La resiliencia de las ciudades aborda varios elementos, entre ellos el aumento de la temperatura promedio y las olas de calor que afectan a las personas que viven en ellas. En este sentido, el Foro Económico Mundial destacó algunas ciudades que ya se encuentran trabajando por este tema, con el objetivo de mitigar los efectos del cambio climático y el aumento de las temperaturas en entornos urbanos.

Paris: Islas urbanas

La ciudad francesa ha sido una de las más afectadas por las recientes olas de calor, por lo que su gobierno local decidió implementar 800 locaciones llamadas “islas frescas”, las que pueden ser localizadas mediante una app y que permite que sus habitantes puedan encontrar un refugio a las altas temperaturas en espacios públicos, como fuentes y parques, y lugares privados, como piscinas públicas y museos. Además, las rutas que conectan estas locaciones también cumplen con ser “pasillos frescos” que conectan estos espacios a no más de siete minutos entre uno y otro, minimizando así los efectos de la exposición al calor extremo.

Rotterdam: techos verdes

Usar los tejados de las construcciones para plantar vegetación es una medida que se ha comprobado puede ayudar a mantener las ciudades frescas. Por eso es que Rotterdam, en los Países Bajos, implementó los llamados “techos verdes” con el fin de que estos actúen como una “segunda capa” que permita mitigar los efectos de las olas de calor en la población y su entorno, acción que ha sido determinada como altamente eficiente según informes de la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU.

Medellín: Corredores verdes

En Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia, se implementó una red de 30 rutas sombreadas a través de la ciudad, las que son habitualmente conocidas como “corredores verdes” con el objetivo de colaborar con la disminución del calor en la ciudad. Para esto, se plantaron miles de árboles nativos, palmeras, bambúes y plantas tropicales alrededor de espacios públicos como aceras, parques y rutas de mayor tráfico, facilitando lugares con sombra para que la gente viaje y se reúna. Junto con esto, la ciudad también ha implementado cambios en la infraestructura que antes atrapaba el calor, como estaciones de metro y puentes, instalando en ellos jardines verticales en edificios que permitan absorber el calor ambiental.