La música vive un momento histórico. Una banda llamada The Velvet Sundown logró superar el millón de oyentes mensuales en Spotify en solo un mes, pero con un giro sorprendente: no existe como grupo humano. Todo su arte, desde las canciones hasta sus imágenes, es producto de la inteligencia artificial (IA), lo que ha encendido un intenso debate sobre el futuro de la música y los derechos de autor.
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Desde su debut con el álbum “Floating on Echoes” el 4 de junio, The Velvet Sundown no ha parado. A los 15 días lanzaron su segundo disco, “Dust and Silence”, y este 14 de julio llega el tercero: “Paper Sun Reblion”. Su biografía en Spotify lo deja claro:
“The Velvet Sundown es un proyecto de música sintética guiado por dirección creativa humana y compuesta, vocalizada y visualizada con inteligencia artificial. Esto no es un truco, es un espejo. Es una provocación artística diseñada para desafiar los límites de la autoría, identidad y el futuro de la música en la era de IA”.
Entre el arte y el engaño
La historia de The Velvet Sundown se volvió aún más intrigante cuando un supuesto representante, Andrew Frelon, aseguró a medios como Rolling Stone que la banda era real y la IA solo era una herramienta auxiliar. Sin embargo, Frelon reveló después que su objetivo era engañar a los periodistas para demostrar cómo podían caer en narrativas sin comprobarlas.
Las imágenes de la banda tienen colores y rasgos claramente digitales. Pero no solo las imágenes delatan el uso de IA. El productor musical y YouTuber Rick Beato analizó sus canciones con software especializado y detectó artefactos digitales y compresiones poco habituales en música producida tradicionalmente.
“Están llenas de artefactos”, explicó Beato, refiriéndose a una especie de eco que surge al intentar aislar instrumentos como guitarra o piano.
¿IA en la música: revolución o amenaza?
Este fenómeno pone en la mira a los algoritmos de plataformas como Spotify, que han priorizado la personalización automática sobre la curaduría humana. Además, surge el dilema ético de la monetización: ¿debería generarse dinero con canciones producidas a partir de estilos y obras de artistas que nunca dieron su consentimiento?
“Están siendo pagados por el trabajo de otras personas que históricamente hicieron música”, criticó Beato. “¿Deberían cobrar por esto? Es una pregunta que debemos hacernos.”
La propia banda se define como un “espejo”, demostrando el uso indiscriminado de contenidos ajenos en la creación con IA.
Una discusión que apenas empieza
Claudio Pizzetti, experto en innovación en IA, considera que esta polémica suele simplificarse demasiado:
“La IA, por definición, busca imitar el funcionamiento del cerebro humano. Todo proceso creativo humano es, en su núcleo, un acto de reconfiguración de estímulos previos. De igual modo, lo que hace la IA no es copiar, sino inspirarse.”
Pero figuras como Noam Chomsky piensan lo contrario. En una columna en The New York Times, el lingüista explicó que el cerebro humano no se limita a repetir patrones, sino que busca crear sentido y establecer valores morales, algo que la IA aún no logra.
Mientras tanto, el debate legal avanza. Empresas como Anthropic y Meta han ganado recientes juicios en Estados Unidos, donde se les acusaba de usar obras protegidas para entrenar sus modelos de IA. Lo que es seguro es que The Velvet Sundown ha logrado lo que pocos artistas reales: sacudir la industria musical, abrir un profundo debate ético y poner en jaque nuestra noción de qué es, y quién hace, la música que escuchamos.