El dolor de rodilla durante el invierno es una queja frecuente entre pacientes de todas las edades, pero especialmente entre adultos mayores y personas con lesiones articulares preexistentes. Estas molestias pueden manifestarse como rigidez matutina, sensación de pesadez al caminar, dificultad para subir y bajar escaleras o, incluso, como un dolor punzante que limita la movilidad.
Este fenómeno, lejos de ser una coincidencia con la llegada de las bajas temperaturas, tiene explicaciones médicas que se deben conocer para poder actuar adecuadamente y prevenir complicaciones.
Así lo explica el Dr. Juan José Valderrama, traumatólogo especialista en rodilla de Clínica Indisa, que asegura que, concretamente, son las bajas temperaturas las que "provocan cambios fisiológicos en las articulaciones" y, por ende, las molestias.
"El frío produce una vasoconstricción periférica que disminuye el flujo sanguíneo a las extremidades, lo cual en algunos casos puede generar mayor rigidez y sensibilidad en estructuras ya comprometidas, como las rodillas con cierto desgaste”, afirmó el profesional.
Las principales causas y factores de riesgo
El Dr. Valderrama afirma que existen diversas razones por las que las rodillas podrían doler en invierno. Sin embargo, propone cinco como principales:
- Cambios de presión barométrica: probablemente, una de las principales causas serían las fluctuaciones en la presión atmosférica. Estas podrían causar expansión y contracción de tejidos, aumentando el dolor en las articulaciones inflamadas.
- Vasoconstricción periférica por frío: así como sentimos frío en manos y pies, esto se debe a que el organismo reduce el flujo sanguíneo hacia las extremidades, para mantener templados los órganos vitales, lo que puede generar mayor rigidez articular.
- Mayor viscosidad del líquido sinovial: en ambientes fríos, este líquido que lubrica las articulaciones se vuelve más espeso, reduciendo su capacidad de amortiguar impactos.
- Menor actividad física: en invierno tendemos a movernos menos, lo que favorece la rigidez muscular y articular.
- Condiciones preexistentes: personas con artrosis, artritis reumatoide u otras lesiones previas de rodilla, son más susceptibles al dolor invernal.
Síntomas y signos de alerta
En invierno, es común que las rodillas presenten cierta rigidez o molestias leves, especialmente al iniciar el día o después de estar mucho tiempo en reposo. Sin embargo, cuando los síntomas son más intensos o persistentes, podrían estar alertando sobre una condición que va más allá de un malestar estacional y que requiere atención médica.
En virtud de aquello, Dr. Valderrama advierte que es importante distinguir las molestias y síntomas que requieran atención especializada:
- Dolor que persiste más de dos semanas a pesar de tomar medidas básicas.
- Inflamación visible de la rodilla.
- Limitación significativa de la movilidad.
- Inestabilidad al caminar.
- Dolor que interrumpe el sueño.
- Enrojecimiento y calor en la zona.
¿Cómo tratar o prevenir el dolor de rodilla?
La historia clínica, la exploración física especializada, estudios de imágenes y, excepcionalmente, de laboratorio permitirán establecer mejor el diagnóstico y recomendar el tratamiento, el cual puede variar según cada necesidad, y se pueden tomar medidas tanto farmacológicas como no farmacológicas.
Tratamientos no farmacológicos |
Tratamientos farmacológicos |
Mantener la articulación abrigada y realizar precalentamiento antes de hacer actividades físicas. |
Utilizar antiinflamatorios no esteroideos, tales como ibuprofeno, ketoprofeno, ketorolaco o celecoxib. |
Hacer ejercicios de fortalecimiento muscular y usar calzado adecuado con buen soporte. |
Usar analgésicos como paracetamol o tramadol. |
Mantener un peso saludable. |
Llevar a cabo infiltraciones articulares en casos específicos. |
Efectuar terapias físicas:- Fisioterapia especializada.- Hidroterapia en agua temperada.- Ejercicios supervisados por especialistas. |
Para prevenir el dolor de rodilla durante los meses fríos, el Dr. Valderrama recomienda:
- Realizar un calentamiento adecuado antes de cualquier actividad física.
- Mantener un programa de ejercicios regulares idealmente guiados.
- Usar ropa térmica en las extremidades inferiores.
- Controlar enfermedades articulares crónicas.
- Mantener un peso saludable.
- Consumir alimentación antiinflamatoria rica en omega-3.
- Mantener horas de sueño saludables.