¿Y si para entender el universo miráramos con ojos de biólogo? Esa fue la apuesta de un grupo de científicos chilenos que unió astronomía y biología evolutiva para estudiar Omega Centauri, el cúmulo estelar más masivo y enigmático de la Vía Láctea. ¿El resultado? El hallazgo de una población de estrellas inédita y nueva evidencia que refuerza una teoría fascinante: este cúmulo podría ser el núcleo de una galaxia antigua devorada por la nuestra.
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Árboles genealógicos estelares
El equipo, conocido como PhyloGal, está compuesto por astrónomos y biólogos del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio) y del Núcleo Milenio ERIS. Usaron herramientas de la biología evolutiva, como los árboles filogenéticos, para estudiar cómo se relacionan entre sí las estrellas dentro del cúmulo.
“Lo que hicimos fue construir árboles filogenéticos, pero en lugar de especies, usamos estrellas”, explica Francisco Cubillos, investigador del iBio. “Esto nos permitió entender no sólo qué tipos de estrellas hay, sino cómo se relacionan entre sí en términos de su origen y evolución química”.
Una nueva forma de ver el cielo
El análisis reveló tres linajes estelares distintos: uno muy antiguo, otro similar al de los cúmulos globulares tradicionales, y un tercero que parece haberse formado dentro del mismo Omega Centauri. Este hallazgo podría cambiar radicalmente nuestra forma de estudiar este tipo de objetos.
Además, sus conclusiones coinciden con las de otro equipo internacional. “El hecho de que hayamos llegado a conclusiones similares con menos datos y otro enfoque es una gran validación de la herramienta que estamos proponiendo”, señala Cubillos.
Una fusión poderosa: ciencia interdisciplinaria
La investigación, publicada bajo el título “Studying stellar populations in Omega Centauri with phylogenetics”, demuestra el poder de cruzar disciplinas. “La clave fue darnos cuenta de que tanto la biología como la astronomía comparten un lenguaje matemático común”, dice Cubillos. “Eso nos permitió adaptar algoritmos filogenéticos a nuestros datos estelares y extraer información que de otra forma habría sido invisible”.
Esta visión interdisciplinaria ya está inspirando nuevas investigaciones: al menos dos tesis chilenas exploran esta línea, una basada en simulaciones y otra con datos nuevos. Incluso, una estudiante nacional presentó avances en una conferencia internacional y fue recibida con entusiasmo.
La investigación muestra que la colaboración real entre disciplinas puede abrir caminos impensados. "Este trabajo en Omega Centauri demuestra que no sólo tenemos acceso a datos astronómicos de frontera, sino que también tenemos el talento y liderazgo para avanzar en esta disciplina con creatividad y excelencia”, señala Paula Jofré, otra de las protagonistas del estudio.