Los medicamentos GLP-1, como semaglutida (Ozempic/Wegovy) y tirzepatida (Mounjaro/Zepbound), conocidos mundialmente por su impacto en la pérdida de peso, podrían tener un efecto mucho más amplio: reducir el consumo problemático de alcohol, tabaco y opioides.
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Lo que comenzó como testimonios aislados en redes sociales hoy avanza hacia evidencia clínica. El científico Takefumi Kikusui y otros investigadores destacan que estas terapias actúan en zonas del cerebro relacionadas con recompensa, motivación y craving, modulando las mismas vías que influyen en el apetito.

En abril pasado, la neurocientífica Sue Grigson recibió un correo de un hombre que logró dejar opioides y alcohol mientras usaba semaglutida. No es un caso único. Estudios recientes, incluido un ensayo clínico aleatorizado liderado por Christian Hendershot, demuestran que la semaglutida puede reducir significativamente el consumo de alcohol en personas con trastornos por uso de sustancias. Actualmente, más de una docena de ensayos evalúan estos fármacos en adicciones a nicotina, cocaína, opioides e incluso comportamientos compulsivos.
Cómo actúan los GLP-1 en el cerebro
Los fármacos GLP-1 activan receptores presentes en el sistema de recompensa, que conecta regiones como el área tegmental ventral y el núcleo accumbens, responsables de liberar dopamina ante estímulos placenteros. Al imitar la acción de la hormona GLP-1, estas terapias reducen la dopamina liberada, disminuyendo así el “impulso” por consumir drogas o alcohol.
En modelos animales, también atenúan la respuesta al estrés que refuerza la recaída. Para sustancias como el alcohol, el efecto se combina con señales de saciedad producidas en el intestino.
Primeros ensayos: resultados mixtos, pero cada vez más prometedores
Los primeros estudios con fármacos GLP-1 de “primera generación” (como exenatida y dulaglutida) mostraron efectos modestos. Sin embargo, con los más potentes, semaglutida y tirzepatida, la expectativa ha crecido. Ensayos en Estados Unidos, Dinamarca y Suiza investigan dosis y vías de administración (inyectable y oral) para evaluar su impacto en consumo, craving y actividad cerebral mediante fMRI.

A la par, científicos como Lorenzo Leggio han encontrado evidencias de que las personas con trastorno por uso de alcohol presentan mayor expresión de receptores GLP-1 en regiones cerebrales ligadas a la motivación.
¿Una revolución en la medicina de adicciones?
Si estos resultados se confirman en estudios más grandes, los fármacos GLP-1 podrían convertirse en la primera nueva clase terapéutica para adicciones aprobada en décadas. A diferencia de los medicamentos actuales, que actúan sobre neurotransmisores específicos de cada sustancia, los GLP-1 regulan circuitos compartidos, por lo que podrían servir para múltiples tipos de adicción simultáneamente.
Aun así, quedan desafíos: evitar efectos indeseados como pérdida excesiva de peso en personas con dietas inestables, evaluar la seguridad a largo plazo y comprobar reducciones reales en consumo que mejoren la calidad de vida.