Un equipo del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA Intihuasi) está desarrollando un fertilizante orgánico a partir de residuos de la industria del salmón, un avance que promete aliviar el alto costo de los insumos agrícolas y responder al complejo panorama de escasez hídrica que afecta al país.
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La iniciativa, liderada por la investigadora Constanza Jana, busca aprovechar los lodos generados por la acuicultura, que provienen de las fecas de los peces y del alimento no consumido. Se estima que por cada tonelada de salmón producido, se generan hasta 1.400 kilos de residuos, que hoy terminan en vertederos.
“Entendiendo que estos restos contienen nutrientes valiosos, quisimos rescatar su potencial como aporte nutricional para cultivos en hidroponía y acuaponía”, explica Jana.
Nutrientes con destino agrícola
El proyecto, que cuenta con financiamiento del Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondef) de la ANID, ya lleva un año de avances. Actualmente se encuentra en etapa de validación de resultados, con miras a diseñar un producto final útil para la agricultura familiar campesina.
Junto con la Universidad Católica del Norte, el equipo trabaja en dos frentes: mineralización y compostaje. Mientras la universidad avanza en procesos químicos para extraer nutrientes esenciales como nitrógeno y fósforo, el INIA desarrolla fórmulas basadas en compost para ofrecer soluciones nutritivas líquidas o sólidas.
“Muchos agricultores abandonan proyectos de hidroponía por el alto costo de los fertilizantes o por la complejidad de las soluciones nutritivas”, comenta Jana. “Queremos ofrecer una alternativa segura, inocua y económica para ellos”.
Un aporte sustentable al agro
La reutilización de estos residuos no solo combate el problema ambiental de los lodos, sino que convierte un desecho en una solución sustentable. La apuesta es ambiciosa: crear un producto que pueda disminuir la dependencia de fertilizantes industriales y entregar mayor autonomía a los pequeños productores.
Este desarrollo podría marcar un antes y un después en la forma en que se manejan los residuos de la acuicultura, y al mismo tiempo, entregar herramientas concretas para impulsar la agricultura en zonas con alto estrés hídrico.
“Hay un gran potencial en convertir estos residuos en nutrientes que favorezcan la producción local, más aún en tiempos donde el agua y los fertilizantes son un recurso limitado y costoso”, cierra la investigadora.